El hombre sin cualidades de Musil, el ser-ahí de Heidegger,
el ciudadano desempoderado de la posmodernidad. Remate de arco en Sant’
Ambrogio de Milán. Foto compartida del muro de FB Jordi Pedret Grenzner.
Ha habido una revolución muy intensa en los
servicios dedicados a facilitar la vida a las personas. Hay que pagar por
ellos, claro, esa es la gracia, aquí nada es gratis como pasaba antes, cuando
estábamos en la sociedad del bienestar. Entonces el Estado benefactor proveía a
todo, y la pejiguera que todos criticábamos eran las colas eternas delante de
las ventanillas multiplicadas, provistos de un rimero de impresos rellenados y
sellados por el cura párroco o por el concejal del barrio.
El sistema es distinto ahora. La publicidad
insiste mucho en el punto principal:
«Usted no se habrá de preocupar de nada.»
«Usted tranquilo. Póngase en nuestras manos y
olvídese de todo.»
«Un equipo de expertos trabaja 24 horas al día
para usted.»
«Todo resuelto, sin que usted tenga que
pensar.»
Sin que usted tenga que pensar… tenga que
pensar… que pensar.
Se paga a gusto por tan inmensa tranquilidad. Se
paga en dinero (gestores, asesorías, departamentos de marketing que te dibujan
la cocina de tus sueños en tres dimensiones, etc.), y se paga también en voto
político, un peligroso pago en especies. Se tiende a votar sobre todo lo
simple, lo egoísta, lo cómodo. Somos una sociedad limitada sobre todo en esfuerzos,
que prefiere alejar las preocupaciones a resolverlas.
Hay quien dice que las vacunas no sirven para
nada, y es escuchado por muchas personas que consideran que no vacunarse es más
fácil y rápido que hacer la cola y alargar el brazo. La más alta autoridad
judicial del país ha sentenciado que no hubo motivo de alarma por la pandemia,
manda huevos. Algunas personas tuitean aún que la erupción de La Palma ha sido
un invento del gobierno para darnos la vara. No falta quien tiene la conciencia
tranquila después de un pelotazo que arrastrará al desahucio a unos inquilinos
de pocos recursos, porque su director espiritual ya le ha confesado y dado la
absolución.
Dejarse mecer hasta ese punto por manos ajenas es
placentero sin duda, pero tiene sus peligros. La ignorancia acentúa la
dependencia de las personas; tener puesta la venda antes de la herida implica
acrecentar los riesgos de recibir heridas inesperadas para las que los vendajes
resultan inapropiados. Si no exigimos derechos que nos empoderen frente a las veleidades
de las finanzas y de los mercados, acabaremos con las manos vacías, cornudos y
apaleados. Seguro. Hay demasiados expertos rondando alrededor y observando nuestros
puntos débiles mediante los cookies que
genera nuestra navegación por las redes.
El refranero, que recoge una sabiduría popular
antigua pero en modo alguno desdeñable, está lleno de preceptos de alerta
temprana que ahora mismo se escuchan como quien oye llover: “Para pescar
truchas hay que mojarse el culo.” “A quien madruga, Dios le ayuda.” “Más vale
un toma que dos te daré.”
Etcétera.
El secretario de CEPES, la Confederación Española
para la Economía Social, lo ha expresado con una imagen ajedrecística: “Si no
te mueves de tu casilla, te dan mate en dos jugadas.” La recomendación de Bertolt
Brecht era más directa y al mismo tiempo más general: “Lo que no sabes por ti
mismo, no lo sabes.”
A la antigua afición al bricolaje, le ha
sucedido la tentación de pedir que te traiga la cena a casa un repartidor en
bicicleta. Puestos a ver vicio en las dos posturas, era más sano el de antes.
Lo más nefasto de todo puede ser la tendencia a
dejarse ir en cuestiones políticas, y confiar en quienes te prometen paraísos
donde todo será espléndido sin necesidad de que tú intervengas, porque para eso
hay ya equipos de expertos que cuidan de todo. “Tú decides”, te dicen. Pero
solo decides quién decide por ti.
Al final, si no intervienes tú misma/mo
activamente en el proceso, es seguro que las cosas no sucederán como te lo habían
garantizado (nunca, lo que se dice nunca, han coincidido las previsiones con
los resultados). Pero para entonces tú ya no podrás hacer nada para evitarlo.
Perderás la inversión que hiciste por pura comodidad, por pereza, y te llegará
la ruina en cómodos plazos.