miércoles, 22 de marzo de 2017

BACANALES DE LA VIDA


Las palabras con las que Jeroen Dijsselbloem (Jerón Diselblón) expresó su idea de la solidaridad al periodista de la Frankfurter Allgemeine Zeitung que le entrevistaba, son en sí mismas irreprochables: «Uno no puede pedir ayuda después de gastárselo todo en alcohol y mujeres.» No pretendía decir el jefe del Eurogrupo que no sea posible físicamente; sino más bien que, de ser conocida la circunstancia, a quien así actúe le resultará difícil recabar solidaridad ajena.
Desde ese punto de vista, y en abstracto, el razonamiento es de cajón. Ciertamente está mal estirar más el brazo que la manga en gastos relacionados con el alcohol y las mujeres; también, por supuesto, en otras mamandurrias tales como jamón pata negra, percebes, perfumes de Givenchy, trajes de Armani, Masseratis. No es ese el punto, sin embargo. El punto, en el caso de Diselblón, fue la inoportunidad con la que colocó su pequeña moraleja calvinista en una conversación en la que se le preguntaba por las dificultades de los países europeos del sur para hacer frente a sus déficits públicos.
Convengamos todos en que se trató nada más de un resbalón, por más que don Luis de Guindos reclame una muestra de arrepentimiento que no acaba de llegar. Especialmente inoportuno, de otro lado, es el hecho de que la presidencia del Eurogrupo, que le toca desempeñar a Jerón a lo largo de todo este año, está en estos momentos en globo. El partido socialdemócrata solo ha conseguido nueve escaños en el parlamento holandés, menos que la CUP en una cámara más pequeña como es la catalana; y es muy difícil que el liberal Mark Rutte, que previsiblemente repetirá como primer ministro, quiera mantenerlo en su gabinete.
Mientras, el primer ministro portugués ha pedido que ese hombre “desaparezca”, y en una foto tomada en Bruselas se ve al ministro griego de Finanzas conteniéndose para no darle un guantazo mientras Diselblón intenta explicarle alguna cosa.
La situación de este hombre resulta crítica. Si pierde de una tacada el ministerio holandés de Finanzas y la presidencia del Eurogrupo, habrá de volverse seguramente a su localidad natal de Wageningen (35.000 habitantes), donde residen su compañera y sus dos hijos, chico y chica. Tal vez impartirá en la Universidad local clases de economía agrícola, la carrera que cursó de joven allí mismo. No es probable que una persona tan íntegra, con esa valentía para hacer reproches públicos a la laxitud de gobiernos incapaces de refrenar sus apetitos desorbitados de alcohol y mujeres, y que se ha negado luego a pedir perdón, emprenda como cualquier mindundi el camino fácil de las puertas giratorias.
No más alcohol y mujeres para Diselblón. Austeridad. Cálculo minucioso día a día del debe y el haber en el libro familiar de cuentas. Fortaleza de ánimo. Parsimonia. Será uno más de tantos hombres que, como los describió Antonio Machado, guardan el secreto de sus «rostros pálidos, / porque en las bacanales de la vida / vacías nuestras copas conservamos / mientras con eco de cristal y espuma / ríen los zumos de la vid dorados.»