viernes, 24 de marzo de 2017

RENTA BÁSICA UNIVERSAL, PALANCA O MULETA


El punto importante en discusión es si la renta básica universal puede servir de instrumento válido para reducir la desigualdad, o bien como un tratamiento paliativo de una desigualdad que se reconoce de forma tácita que no es erradicable; que, como se suele decir, “está aquí para quedarse”. En este segundo caso, la renta definida como “de ciudadanía” no lo es, sino más bien una compensación graciosa que se abona a un sector variable de ciudadanos demediados, siempre que acrediten de forma fehaciente en la ventanilla donde corresponda su minusvalía cívica .
No solo el concepto de RBU, sino todo su entorno teórico y práctico, es diferente de un caso al otro: varían el sentido y los objetivos de la actividad económica, cambia el valor intrínseco que se da al trabajo asalariado y heterodirigido. Incluso se desliza de un sentido inclusivo a otro excluyente ese término proteico y ambiguo, utilizado a menudo a beneficio de inventario tanto para un roto como para un descosido, que es la idea de la ciudadanía.
Palanca o muleta: dos formas opuestas de considerar la renta básica universal. Palanca para mover en una dirección distinta las relaciones de producción y las formas de conjugar eficazmente lo público y lo privado. O bien, muleta para disimular en la medida de lo posible la cojera demasiado patente de un modelo de desarrollo que, a pesar de todo, se sigue considerando como único paradigma viable.
No acierta, a mi entender, Guy Standing al entender el “precariado” como una nueva clase social, emergente frente a unas clases trabajadoras “tradicionales” prósperas, caracterizadas por el acceso creciente a la propiedad, a la cultura y a la patrimonialización del ahorro. Desde que publicó su libro en 2011, hemos visto la debacle progresiva del trabajo asalariado, la proliferación de contratos eventuales de un recorrido cada vez más corto, el recurso generalizado a los minijobs, las condiciones leoninas de “conciliación” de vida y trabajo, el descenso indiscriminado de las retribuciones, la pérdida generalizada de autonomía en las decisiones de los trabajadores por cuenta ajena, la proletarización de los técnicos, la precariedad extendida en mancha de aceite como acompañante inseparable de todas las formas de relación laboral por cuenta ajena.
La precarización universal es un proceso en curso, todavía reversible si se adopta otro tipo de políticas. La renta básica universal puede ser un instrumento para hacer avanzar ese otro tipo de políticas; una red para detener la caída de sectores cada vez más amplios de trabajadores más o menos descualificados, más o menos prescindibles, en el abismo de la marginación. De ningún modo puede entenderse que sea, sin más, una solución en sí misma, un recurso utilizado para seguir tirando del carro por el mismo camino, en la misma dirección.