martes, 28 de marzo de 2017

LA ERA DE LA DESINFORMACIÓN


En un reportaje de Juan Manuel García Campos en lavanguardia, bajo el título “El ciberejército de Putin”, se cuenta cómo se elaboró desde Rusia una información falsa sobre un ataque terrorista contra una planta química en St. Mary Parish, Luisiana. Un periodista del New York Times, Adrian Chen, investigó a fondo las fuentes de aquel fake. Sus pesquisas le llevaron a un edificio de San Petersburgo donde “un ejército de trols trabajaba a jornada completa al servicio de los intereses de Rusia”.
No me tengo por ciberparanoico; mantengo una razonable suspensión del juicio en cuanto a la veracidad del descubrimiento de Adrian Chen, que fue publicado al parecer en el magazine dominical del NYT, en junio de 2015. Puede que exista esa fábrica de trols de San Petersburgo, y puede que no. Ahora bien, en relación con la existencia de trols, como de las meigas, no me cabe duda de que haberlos haylos.
Lo más interesante que he encontrado en el artículo de García Campos es una afirmación de Nicolás de Pedro, investigador del Cidob-Barcelona. Se refiere a la teoría del doble flujo de la información, llamada también teoría de los dos pasos. Según esta teoría, la mayor influencia sobre la opinión pública (y sobre el voto) se genera a través de los líderes de opinión, bastante por encima de la de los medios de información. En consecuencia, el objetivo predilecto de los trols teledirigidos es minar el prestigio y la credibilidad de los líderes, para provocar “una perspectiva cínica en los espectadores”.
Las cosas están funcionando así. No hay mañana en que no nos desayunemos con desinformaciones maliciosas sobre determinados líderes de opinión. Me he hecho eco en este blog de dos campañas puntuales de desprestigio muy diferentes: una ajena a la política, contra la remontada del Barça ante el PSG, para hacerla aparecer como una vergüenza inconfesable en lugar de como una proeza deportiva. La otra, más seria e igual de virulenta, contra la alcaldesa de Barcelona Ada Colau, por una instalación artística en el Fossar de les Moreres. Son dos ejemplos de campañas masivas y anónimas de carácter denigratorio, y en las que los datos reales son lo último que interesa. La intención constructiva y ciudadana de las antiguas secciones de Cartas del Director, firmadas e identificadas, en la prensa seria, ha sido sustituida por un troleo anónimo, permanente y venenoso, que se despliega en forma de cola debajo de las informaciones publicadas en las ediciones digitales de los medios.
Basta echar un vistazo a los comentarios insultantes, cansinos y repetitivos, que provocan determinadas noticias, para descartar que provengan de ninguna supuesta armada de “jóvenes peones con conocimientos informáticos (y muy bien pagados)”, como señala Chen, instalados en un edificio peterburgués. En la guerra de la desinformación actualmente en curso, cada cual defiende su trinchera, en un abanico de posiciones que van desde la “inteligencia” (militar), hasta la zafiedad más cutre. Este no es un asunto reservado a los rusos y a la CIA.