viernes, 3 de marzo de 2017

VIVE Y DEJA VIVIR


Días después de que Gustavito, el hipopótamo de un zoo de El Salvador, fuera muerto a palos por una patota de jóvenes, otro grupo de visitantes ha roto a pedradas la crisma de un cocodrilo en otro parque zoológico, de Túnez en esta ocasión. Un furtivo disparó mortalmente contra dos guardas forestales, y no recuerda por qué lo hizo. En Terrassa, tres chicas y dos chicos agredieron a golpes y patadas a un joven del que querían vengarse, después de atraerlo a un lugar solitario; la hazaña repite lo ocurrido en Murcia, donde la víctima fue una chica de la que luego se supo que solía dedicarse en pandilla al mismo tipo de diversión. Los sin techo son asaltados en sus refugios, y se prende fuego a las mantas con las que se abrigan: Las mujeres que trasnochan solas en fiestas populares como el fin de año en Colonia, o los sanfermines en Pamplona, o el carnaval en Vilanova, son asaltadas y violadas en grupo. Un comando de okupas violentos, apenas veinteañeros, se apodera en La Llagosta de unas viviendas recién entregadas a familias de clase obrera, por el procedimiento de la patada en la puerta. Un autocar fletado por una organización ultra religiosa pasea por las calles de Madrid su puro odio a los transexuales. Y, por supuesto, la violencia de género mantiene sus estándares en cifras de récord en estos inicios del año del Señor (¿del “Señor”?) de 2017.
Se trata de sucesos “normales”, no hay ninguna organización terrorista ni yihadista involucrada en ellos, la policía los toma como rutina cotidiana. ¿Qué nos pasa? El viejo adagio del “vive y deja vivir” ha perdido su vigencia con la pérdida de la cohesión social, ese cemento que en tiempos nos unía al prójimo con lazos de empatía. Hemos cruzado el umbral de otro mundo descarnado en el que la convivencia es sustituida por la imposición arbitraria, los roles sociales se afilan con una agresividad excesiva, y el dominio propio choca con el ajeno haciendo saltar toda clase de chispas tóxicas.
Hay soluciones, pero no inmediatas. Será prioritario en un entorno cívico tan degradado incidir más en la educación desde la escuela primaria, sin duda. Pero no bastará. Porque las noticias de los medios nos educan todos los días en el ejemplo práctico del desprecio al diferente, del rencor al indigente, de la expulsión del sin papeles, de la devolución en caliente del refugiado, de la agresión impune al débil, del abuso consentido y la estafa legal, ya sea con las comisiones bancarias, con las cláusulas suelo o con otras socaliñas. Etcétera.
En el mundo ideal diseñado por los mandatarios que ahora mismo ordenan nuestros destinos, no está prevista la protección para quien la necesita, no hay solidaridad ni empatía. Que se jodan, cada cual para sí, es la consigna. El héroe del cómic neoposmoderno será la persona común que, contra todas las probabilidades, consiga sobrevivir al acecho y la agresión del poderoso.
Adiós, Gustavito. Hasta luego, cocodrilo. Fue un placer conoceros.