domingo, 12 de marzo de 2017

ESTABILIDAD RELATIVA


Desde el Consejo de Europa se ha pedido al gobierno español la reconsideración de la reciente reforma que da al Tribunal Constitucional la potestad de suspender a cargos institucionales electos, por causa de incumplimiento de las propias sentencias del TC. Algún medio de prensa ha calificado la tal recomendación de “varapalo”. Tal vez lo sea en el fondo, pero en la forma el gobierno del PP podrá seguir adelante con sus propósitos, sin mayor molestia que un ligero encogimiento a fin de absorber mejor el dolor en el costillar castigado. Ni la Comisión de Venecia ni el Consejo Europeo tienen a efectos de política interna más autoridad que la que deriva de un consejo sensato y amistoso. Otra cosa será cuando la cuestión llegue al Tribunal de La Haya, pero hasta entonces puede llover mucho, y la única intención de Mariano con esta bonita finta jurídica es ganar tiempo.
Ganar tiempo ¿para qué? La respuesta es simple y circular: ganar tiempo, a Mariano le permite ganar tiempo. No hay nada detrás de esa realidad: ninguna estrategia a largo plazo, ninguna meditación acerca de un tiempo de sazón más oportuno. Mariano tiende a conducirse (espero que se entienda rectamente la metáfora circunstancial, compatible con el respeto más profundo a la persona) como el burro que mueve la noria con su esfuerzo circular. Su  único propósito de fondo es eternizarse a sí mismo allá arriba, conseguir que todos se acostumbren a verle al mando.
Sol Gallego-Díaz especula en elpais sobre el “espejismo de la estabilidad” y señala que el gobierno habrá de buscar votos externos para aprobar los presupuestos, y que se trata de una situación que no puede eternizarse. Pero no está claro que no sea posible de un modo u otro eternizar la situación, eso en primer lugar. En segundo, Mariano, hombre profundamente serio, no está por hacer carantoñas al PNV. Tampoco a Ciudadanos, dicho sea de paso. Los dos últimos mensajes a Rivera han sido sintomáticos: uno, que él no da por rotos los compromisos adquiridos en torno a la lucha contra la corrupción, muy al contrario. A pesar de lo que está sucediendo con el presidente de Murcia; a pesar de que sigue todavía sin ponerse en marcha la comisión acordada sobre las impresentables actuaciones del ex ministro del Interior. En ambos casos, Rajoy sigue haciendo valer de un lado la presunción de inocencia, y trabaja al mismo tiempo subterráneamente para que nunca se lleguen a reunir las pruebas materiales que harían quebrar tal presunción.
La otra advertencia a Rivera ha sido que mucho ojito con Podemos, que se están dando unas complacencias de C’s por esa banda que no gustan nada en la corte.
Rajoy se comporta en todo como un monarca absoluto con sus vasallos. No tiene, de hecho, una mayoría absoluta; pero finge tenerla, y le resulta. Tiene a Rivera sujeto por hilos invisibles, y está en condiciones de presionar a un PSOE dividido y en horas bajas, desde varios ángulos. Desde el Congreso mismo, situándolo frente al espantajo de un sorpasso de Podemos; desde el Senado, donde la preeminencia del PP es absoluta y donde Mariano quiere ubicar, para mayor comodidad, la comisión parlamentaria que investigará a Fernández Díaz; y también desde el “poder” judicial, terreno en el que los dos partidos juegan a repartirse cuotas de influencia asimétricas, basadas en los añejos principios medievales de la feudalidad y el vasallaje.
Por si fuera poco, la corte mediática que rodea al gobierno es numerosa y nada tímida en el momento de expresarse. Hemos visto manifestaciones recientes de acatamiento al poder y hostilidad desbocada a sus enemigos, por parte de Victoria Prego, Felipe González, Mario Vargas Llosa, Juan Cruz y Jorge M. Reverte, cito los que me salen de memoria y ahorro al lector un largo etcétera. Una plétora de personalidades “independientes” colabora esporádicamente en el apuntalamiento de la estabilidad relativa del gobierno numéricamente inestable de Mariano. Hoy disparan todos contra Podemos, desde la ficción consensuada de ser víctimas todos ellos de los modos amenazantes y la sanfasón populista de los podemitas. Pero en el momento crítico de la aprobación de los presupuestos, el PSOE se verá en serios apuros para sobrellevar las azagayadas de esa tropa, caso de empeñarse de nuevo en mantener la fórmula, ya acuñada y probada con escasa fortuna, del “No es No”.