lunes, 13 de marzo de 2017

GEMMA DONATI


Dicen, o decían algunos en tiempos pretéritos, que detrás de cada gran hombre se puede encontrar a una gran mujer. A veces resulta difícil descubrirla. Apenas sabemos nada de Gemma di Manetto Donati, que fue esposa de Dante, tuvo de él cuatro hijos – tres varones, Giovanni, Iacopo y Pietro, y una chica, Antonia – y sobrevivió a su marido durante un decenio por lo menos. Se sabe porque reclamó en 1329 por vía notarial su dote, que había sido confiscada, junto al resto de las pertenencias del atrabiliario poeta y político, por el Governo della Signoria.
Los esposos no debieron de llevarse mal. Las dos familias habían concertado el matrimonio cuando Gemma y Durante (todo el mundo le llamaba Dante) eran dos mocosos que apenas levantaban un palmo del suelo. Pudieron tener la misma edad, él nació en 1265, y de ella se calcula la misma fecha, aunque no hay constancia documental. Dado el curso tormentoso de los acontecimientos posteriores, los Donati en peso votaron en su día a favor del destierro del incómodo Alighieri, motivo que no impidió que él siguiera demostrando un afecto particular a varios de sus parientes políticos.
Sin embargo, en toda su obra literaria Dante no incluyó la menor mención a su legítima. Puede que quisiera reservarla en un santuario muy especial, tal vez una torre de marfil, y tenerla allí a salvo de murmuraciones (no las evitó; primero por parte del fenomenal cotilla que fue Giovanni Boccaccio, y siglos después, de la pluma de un literato olvidable, de nombre Vittorio Imbriani).
Pero si esa fue su intención, ¿por qué se comportó de un modo tan diferente con “Bice” (Beatrice) Portinari? Afirma el propio poeta que la vio tan solo dos veces en su vida; la primera dejó en su ánimo una impresión tan honda, que desde entonces callejeó con la esperanza de cruzarse de nuevo con ella por el barrio del que todos, los Donati, los Portinari y los Degli Alighieri, eran vecinos. Su insistencia tuvo premio tan solo nueve años después; Bice, rodeada de sus damas de compañía, estaba aquel día de buen humor y, además de sonreírle al pasar, le dirigió un breve saludo con la mano.
La breve visión provocó un cataclismo emocional, que nos ha dejado uno de los sonetos más bellos que jamás han sido escritos: Tanto gentile e tanto onesta pare, incluido en el capítulo 26 de Vita Nuova. Después, en la Commedia el poeta convirtió a Beatrice en su guía en el paraíso, adonde no podía acompañarle Virgilio por no ser creyente. Mientras, ignorante de tanta adoración, Bice se había casado con Mone (Simone) dei Bardi y había muerto en la flor de la edad, a los 23 años. Su nombre y sus rasgos imaginados han recorrido todos los capítulos posteriores de la historia de la literatura y del arte. ¡Vaya con el ruido que ha armado a lo largo de los siglos la risueña Beatrice! Mientras tanto, la silenciosa Gemma no ha dejado huellas perceptibles de su larga existencia tan parecida a cualquier otra, tan repleta sin duda de cotidianidad afanosa y de heroísmos mínimos.