sábado, 4 de marzo de 2017

LAS FOSAS DE TUAM


En menos de veinticuatro horas, mi post de ayer “Vive y deja vivir” ha recibido dos enmiendas-impacto. Transcribo la primera, que me llega a través de una carta de Luis Perdiguero, viejo compañero en el sindicato de Gráficas y siempre gran amigo: «… Un par de cosas no las veo exactamente de la misma manera que me pareció entender. Una es que en un momento determinado dices que hay solución, aunque no de forma rápida. Yo pienso en que no la hay ni de manera rápida y jamás porque desde que la historia se conoce hay cosas que parecen implícitas en nuestros genes. Y la otra cosa es que el héroe posmoderno no será sólo el que consiga protegerse del poderoso... sino también de cualquier hideputa que por manadas circulan en este puto mundo sin necesidad de aparecer ni ser poderoso
Procuro no disfrazar mis argumentos con certezas teñidas de moralina, y ser lo más racional posible. No siempre lo consigo. Escribí «hay soluciones», y habría sido más exacto poner en su lugar: «me niego a aceptar en principio que no haya soluciones». Decía luego que una mejora de la educación no bastará, porque la realidad nos educa en una dirección distinta. Por ahí viene la segunda enmienda; por la vía de los hechos consumados y documentados.
En el Hogar de Madres y Bebés del Buen Socorro, regido por monjitas católicas en la localidad irlandesa de Tuam, se ha encontrado una estructura subterránea compuesta por veinte cámaras, de las que 17 por lo menos guardan restos muy numerosos de fetos humanos, incluso de 35 semanas de gestación, y de bebés de hasta tres años de edad. Las fechas de las muertes corresponden a los años de funcionamiento de la entidad, entre 1925 y 1961. En esos años precisos, según la investigación de una historiadora local, hubo en la comarca unos 800 certificados de fallecimiento de niños, a los que corresponden únicamente dos enterramientos formales.
Tuam no fue el único centro de estas características. Hubo denuncias sobre el trato dado en los centros católicos de acogida a las madres solteras y a los niños nacidos fuera del matrimonio; pero la jerarquía las ignoró. Según una estadística, la mortalidad infantil fue en aquellos años cinco veces superior en esos casos que en familias bendecidas por el sacramento.
En la España reciamente católica de los mismos años, era popular referirse a la cuestión con un dicho impregnado de retranca cínica: “Angelitos, al cielo.” Desde la diferenciación radical entre el Bien y el Mal, entre la Virtud y el Pecado, aquella fue otra manifestación, la más macabra, del “machismo ambiente” imperante, de la condición subalterna de la mujer en la sociedad, y de un tratamiento abiertamente ideológico de la función reproductora. Además, la prole de las esposas y viudas de los “rojos” fue tratada en la España franquista de un modo parecido a como lo fueron los hijos de las solteras irlandesas. Algún día aparecerán fosas secretas que lo atestigüen. Nada hay tan oculto que no haya de salir a la luz tarde o temprano.
Entonces, surge la duda de que la educación pueda ser un remedio contra la violencia y la crueldad con los diferentes, sobre todo en los casos de extrema debilidad de los diferentes. En todo caso, de lo que se trataría es de estudiar qué tipo de educación hemos recibido, y cuál es la que necesitamos.