Carmen Mola en modo ángel, dictando el
Premio Planeta a tres guionistas en sueños; relieve de la catedral de Autun. La imagen está compartida de un post de Hilario J. Rodríguez en el grupo de FB “Los Viajes del
Argonauta”
Esta mañana he dado gracias
a Dios, figura simbólica sobre la que mantengo por lo demás importantes
reservas, por la existencia en la tierra de Haruki Murakami. Para ser concreto,
he leído el cuento que lleva el título que adorna este post (en la recopilación
“Primera persona del singular”, Tusquets 2021, traducción de Juan Francisco
González Sánchez). La lectura trae con frecuencia iluminaciones inesperadas. Yo
me he dejado arrastrar esta mañana por la de Murakami, como tres guionistas viajeros venidos de Oriente se dejaron llevar para la confección de un Premio Planeta por las
revelaciones que les hizo un ángel fake que
se hizo pasar por Carmen Mola. También en esto de las iluminaciones, cada cual
cosecha lo que ha sembrado.
Percibo un hilo tenue que
enlaza a Murakami con Paul Auster. Los dos practican el mismo tipo de exploración
de la zona de sombra situada entre el mundo real y los mundos imaginarios.
Otros escritores se les anticiparon en esa vena, una de las más fructíferas de
la literatura desde que una persona, posiblemente reflexiva e impaciente a la
vez, y casi con toda seguridad de estirpe helénica, se dio cuenta de pronto de
que todo el infinito podía caber en un junco, lo expreso mediante la imagen patentada
por Irene Vallejo en un libro que es todo un prodigio de desarrollo del mismo
método, exploratorio de una amplia zona de sombra asentada en las postrimerías vecinas
al país de Nunca Jamás.
Luego está, sí, la
Literatura Basura, tan nauseabunda y tan apreciada por el capitalismo
financiero que la ha convertido en base de sus ganancias mediante diversos
expedientes, uno de los cuales es el premio literario anunciado como concurso y
concedido a dedo antes de la votación del jurado. Mejor no hablar de tales
aberraciones.
De Murakami charlaré cualquier
día de estos con mi cuñada Mercedes, que ha superado una operación a corazón
abierto para cambiarle una válvula de la aorta desfalleciente, y que ahora
convalece con más ganas que nunca de vivir y de leer maravillas incesantes.
Ánimo, Mercedes.