Las mujeres se afanan en poner orden en un mundo desordenado
casi siempre por los varones. Vida LAHEY, ‘Lunes por la mañana’, 1912.
Lo pregunto con humildad.
Tengo la sensación de que resbalamos cuando nos metemos en contrapuntos (“que
se suelen quebrar de sotiles”, advertía el Maese Pedro del Quijote) en
cuestiones de topografía ideológica, dicho en el peor sentido del concepto “ideología”.
“Hasta el rabo todo es
toro”, determinaron en su día maestros que lo sabían de cierto por haberse
arrimado lo suficiente al objeto de la pesquisa. En otro orden teórico, la
expresión “izquierda de la izquierda” remite a la existencia de una izquierda
reconocida, identificable y con líneas rojas bien establecidas, y a otra
izquierda desprovista de seriedad institucional y que campa por sus respetos.
Hay ahora un intento muy publicitado,
liderado por mi admirada Yolanda Díaz, de componer una opción de izquierda con
cara y ojos, no identificable por unas siglas unívocas, disciplinada y adecentada,
de modo que sirva de contrapeso eficaz a la tendencia, al parecer irrefrenable,
de esa otra izquierda también conocida como la Casa común, de escorarse por
prurito estético hacia la derecha, en busca del centro geométrico.
Creo que el intento tiene
miga, por más que la propia Casa común tiene contrapesos propios, que han
actuado históricamente con eficacia inesperada. Vale la pena recordar el
solemne auto de fe que tuvo lugar en Ferraz en octubre de 2016 (se cumplen
ahora cinco años, no hace tanto, caramba) por el que Sánchez fue defenestrado
de la secretaría general, tachado de infamia y sustituido por una gestora mandatada
para preparar un nuevo Congreso. El sambenitado recorrió en un Peugeot 407 la
geografía organizativa del partido, y en mayo de 2017 ganó las primarias frente
a Susana Díaz y Patxi López, con un respaldo de más del 50% de la militancia.
¿Estaba ese más del 50% a la izquierda de la izquierda?
Es normal, y es bueno, que
en cada organización que se reclama de la izquierda se expresen con libertad
sectores críticos. No sé si es tan bueno “oficializar” y someter a disciplina
interna la crítica. No veo la izquierda como una serie de instancias alineadas
en el sentido derecha-izquierda-más a la izquierda, sino como un conglomerado
de ideas, de ambiciones de progreso compartido, y de praxis peculiares de unos
u otros estamentos sociales, que en su conjunto disputa la hegemonía a una
derecha también multiforme.
En ese juego no vale tanto
la “estática” del sistema, es decir los equilibrios y las ambigüedades
consensuadas, como la “dinámica”, el movimiento dialéctico de las necesidades y
las expectativas que surgen de abajo, contando con el compromiso ético de
todos, absolutamente todos, los representantes elegidos por ese magma o conglomerado
de base.
A mí me parece bien lo que
intenta Yolanda Díaz, siempre que sea un motor, no un contrapeso. No creo en la
existencia de dos izquierdas colocadas una a la izquierda y la otra a la
derecha, respectivamente. La izquierda realmente existente es más bien como la
madre, en el sentido de que no hay más que una, y a ti te encontré en la calle.