Una idea para mejorar el urbanismo barcelonés. La calle Eolo (Aiolou) está en el centro de Atenas. En este tramo, apenas a cien metros se encuentra el Mercado Central, y a unos doscientos, el Ayuntamiento. Si se sigue la calle hacia la derecha (en la foto), después de cruzar Ermou junto a la plaza Monastiraki, va a desembocar delante de la Torre de los Vientos del Ágora romana, y frente a la Acrópolis. La calle es peatonal. El pavimento es de mármol, y no sé explicar la razón de que de vez en cuando se hayan insertado esas piezas con dibujos geométricos.
El Cercle d’Economia nos
ha dado un serio aviso a los inconscientes que vivimos, como las vírgenes locas
de la parábola, sin repuesto de aceite en las lámparas, al explicarnos que en Cataluña
y en Barcelona estamos rodando por la pendiente de la irrelevancia absoluta.
Algo hay que hacer ante esa situación, y lo que sugiere el Cercle es, de un
lado, el vargasllosiano “votar bien”, y de otro conseguir más recursos del
Estado para la imponderable iniciativa privada, como al parecer ocurre, sin ir
más lejos, en Rotterdam, París, Milán o Lisboa.
De forma simultánea,
aunque en modo alguno sincronizada con la iniciativa anterior, la plataforma de
entidades ciudadanas “Barcelona Imparable” nos urge a sacudirnos la modorra y
lanzarnos a por la concreción de una Barcelona más rica, próspera y afortunada,
por el camino de asaltar la alcaldía y poner a su frente a alguien más digno
que su actual moradora.
Ninguna de las dos
iniciativas pone sobre la mesa las dificultades reales que se alzan frente a
una nueva Gran Bercelona: el modelo económico, la deadline ecológica (hay quien asegura que economía y ecología son “perfectamente
compatibles”. Habría que demostrarlo, sin embargo, cuando el remedio que se
ofrece son veinte millones más de visitantes al año y un hub aéreo: Hic, Rhodus, hic salta!), la urgente
transición a energías limpias, las infraestructuras sociales…, cuestiones que
se hace desaparecer como el conejo en la chistera.
La chistera. De chiste va
la cosa, cuando se proponen soluciones que nunca van dirigidas a la inversión
pública, y donde siempre asoma la oreja el negocio privado.
Lo digo por última vez,
Ada Colau (y todo su equipo municipal, que no son amiguetes paniaguados sino
profesionales solventes), Ada Colau digo, es un seguro de vida para los/las
barceloneses/as.
No daré más la lata con
este tema, mis capacidades de credibilidad mediática no dan para más.
Olvídenme, eso sí, cuando
se hayan apuntado al acoso y derribo de Colau y vean lo que había detrás. Yo ya
tengo una edad (véase foto de abajo) y estoy curado de espantos. Hay, en el
perímetro de la izquierda instalada, personas que piensan que tienen más razón porque
sus argumentos coinciden con los del Cercle d’Economia. Avante, pues. Los posibles
matices ya los discutirán más tarde.
Mi cara de sorpresa después de soplar
con éxito las candelas de mi setenta y siete cumpleaños, el pasado 18 de septiembre. Hora de ir pensando ya
en la retirada de determinados debates. (No omitan una mirada curiosa a la base que sostiene las candelas: es un tiramisú, pero mi hija Albertina, que
borda el dulce, añadió pistachos de Egina a la crema en lugar del habitual chocolate en polvo.)