Los cuatro jinetes, miniatura del Apocalipsis de Beato, de
la Universidad de Valladolid.
«Desapareció el
proletariado y crearon la clase turista», es el texto de la viñeta de hoy del
Roto, en elpaís. La frase tiene retranca: la clase obrera habría desaparecido ¿por
sí sola?, de modo que alguien se ha ocupado de crear en su lugar una clase
turista que sirva de zócalo a la pirámide social en el lugar del proletariado
desaparecido, y asuma toda la carga de subalternidad necesaria para el debido
equilibrio dentro de un orden.
Non è vero, pero
sí ben trovato. El consumo no sostiene
por sí solo la estructura económica con la que hemos sido gratificados; cada
vez consumimos menos cantidad y sobre todo menos calidad de productos por unidad de precio, aunque contamos con riders veloces que nos los traen hasta
la casa de la que corremos peligro de ser desahuciados por un fondo buitre así
que dejemos de poder pagar una hipoteca que se nos va haciendo insoportable.
La panacea, entonces, no
es el consumo masificado, ni el turismo como parte de ese consumo, ni el
botellón multitudinario como su sucedáneo cutre. La panacea es el endeudamiento privado. Importa
señalar que el endeudamiento público está prohibido, incluso por mandato
constitucional añadido a nuestro ordenamiento con nocturnidad. Los presupuestos
del Estado quedan sujetos a restricciones porcentuales rigurosas. El
endeudamiento privado, en cambio, es enteramente libre, justo y benéfico.
Las élites, por supuesto, ni trabajan, ni hilan, ni tributan, ni cotizan, que para eso disponen de cajas de Pandora en las que ocultan pudorosamente sus intimidades non sanctas.
Entonces, cuando Casado, Aznar,
Ayuso y Abascal, nuestros cuatro Jinetes del Apocalipsis, cargan contra la
deuda presupuestaria y proclaman a voz en cuello la Libertad, hay que leer toda
la letra pequeña que no incluyen en sus peroratas transmitidas por las
televisiones público-privadas. Se trata de la suprema libertad de endeudamiento
de los mindundis, fuera sombreros.
Esa libertad, añade Vargas
Llosa, es importante, pero no sirve de nada si no se vota “bien”. Votar bien no
es difícil, sin embargo. Basta con seguir las indicaciones oportunas de la
autoridad competente.