Pasos cautelosos a la izquierda de
Carmen, entre las ruinas de la stoa de Amfiareo, Ática septentrional. Enfrente se
extiende la gran isla de Eubea (Evbia), cuya vegetación se nos aparecía
tristemente chamuscada por los incendios del pasado verano.
Está disponible en la nube
el número 23 de Pasos a la Izquierda. Aparece
apenas unos días después del fallecimiento de Javier Aristu Mondragón, el
hombre que proporcionó a la revista su primer impulso y que contribuyó, junto a
un nutrido plantel de compañeras y compañeros, a darle su orientación peculiar y su personalidad
y sensibilidad propia en el territorio de la izquierda.
Suelo comentar aquí algún
artículo que me ha llamado particularmente la atención en cada número de Pasos.
Elijo esta vez la recopilación que hacen los dos editores, Pere Jódar y Javi
Tébar, de algunos diagnósticos críticos de distintos teóricos, sobre la
situación de la izquierda en un mundo globalizado. Lo encuentran clicando en https://pasosalaizquierda.com/un-paseo-junto-con-algunos-clasicos-del-pensamiento-de-izquierdas/
El “paseo”, denso y
provechoso, viene además a añadirse a cuatro apuntes certeros sobre el mismo
tema de gente de aquí y ahora mismo: Albert Recio, César Rendueles, Jorge
Riechmann e Ignacio Sánchez-Cuenca. No es mi intención polemizar con ninguno de
ellos, muy al contrario; pero sí me atrevo a añadir una voz cualificada y un argumento
más a la situación que desde tantas partes se denuncia como debilidad crítica y
pérdida de la hegemonía cultural de las posiciones de izquierda, tanto las socialdemocráticas
como las que se agrupan bajo la etiqueta de radicales.
La reflexión es de
Vittorio Foa (1910-2008), y aparece en un texto de su última producción, titulado “Sobre los cambios en los años ochenta”. Cedo la palabra sin más preámbulo
al ilustre político, pensador y sindicalista italiano:
Los límites analíticos de
la izquierda han sido “desastrosos”: «…
no se ha visto a sí misma como coautora de ese desarrollo y por tanto de sus
males. La sociedad consumista, en sus aspectos positivos como en los perversos,
no nos ha sido impuesta por el capitalismo, es también obra nuestra, la ha
querido la clase obrera. Y por tanto es posible confrontarse con ella, no es
una fatalidad ineluctable. Puede parecer extraño, pero si se echa toda la responsabilidad de un
mal presente sobre el adversario, se ha renunciado ya al propósito de batirlo.»
Es un dato más a tomar en
cuenta, me parece, cuando para algunos sectores de la izquierda todo el
problema consiste en el fin de la corrupción y en una gestión institucional adecuada que
encauce el mismo tipo de crecimiento económico que nos ha arrinconado en el
actual desfiladero.