Interior de la sede de la CGIL en Roma, después del paso de los escuadristas de Forza Nuova. (Fuente, Agencia EFE)
“Di nuovo come un tempo, sopra l’Italia intera
Fischia il vento e infuria la bufera.”
Fausto AMODEI, ‘Per i morti di Reggio Emilia’, 1971.
El pasado sábado día 9, la sede central
de la CGIL en Roma fue asaltada por un grupo de activistas de la
organización fascista Forza Nuova. Se desgajaron, sencillamente, de una
manifestación contra el pasaporte covid, y se dirigieron al local sindical, en
el que entraron por la fuerza y destrozaron lo que encontraron a mano.
No fue un acto improvisado
ni la consecuencia de un calentón. A la misma hora la web de la CGIL fue objeto
de un ataque informático masivo. Hay abundantes testimonios gráficos de los
hechos, y pruebas materiales sobradas. Ninguna relación directa entre sindicato
y pasaporte covid, salvo naturalmente que la CGIL se había pronunciado con
firmeza a favor del mismo. Hasta el momento se han producido seis detenciones.
Se pide, desde distintos foros, la ilegalización de Forza Nuova y de otras
organizaciones neofascistas. La derecha italiana está en contra de que se
coarte la “libertad de opinión”. Pero no son opiniones lo que se quiere
prohibir. Como se ha dicho también, «el fascismo no es una opinión, es un crimen»
Otra cosa se ha dicho aún,
y vale la pena retenerla: «Quien haya dado cobertura ideológica, filosófica,
moral y política a esta locura contra el green
pass de buena fe, sepa que a partir de hoy la presunción de buena fe ya no
vale.»
Porque hay una derecha que
juega a excitar la ira de los impotentes contra un “sistema” del que ella forma
parte desde siempre; una derecha no estatutariamente fascista pero para la que
todo vale, todo se aprovecha llegado el caso, sin remilgos.
Hablo de España, pero no únicamente de
España. La gobernanza austericida de la crisis financiera de 2008 ha sido uno
de los elementos directamente causantes del rebrote del fascismo que estamos
padeciendo más o menos en todas partes. Basta mirar las cifras y los
porcentajes electorales de las distintas naciones para comprobarlo.
La labor del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial por el Tercer
Submundo, la predicación por parte de los neocons del evangelio del TINA (There
Is No Alternative), la soberbia sin límites de las finanzas globales que siguen
reclamándolo todo para ellas (¡No al crecimiento del SMI! ¡No a las ayudas! ¡No
a la subida de las pensiones! ¡Sí a los desahucios!) en un mundo en el que los
márgenes son cada vez más estrechos, y las tinieblas exteriores más oscuras.
Y por supuesto, el señalamiento
previo de unos “enemigos” contra los que dirigir la violencia fascista, porque
serían ellos los culpables en último término de las desgracias comunes: Los
inmigrantes. Los gays. Las mujeres. Los comunistas. Los sindicatos.