Nuestro regreso desde
Grecia ha estado marcado por señales ominosas. Viví en directo la caída de las
redes; me estaba felicitando por guachap mi cuñado Jesús (soy un Paco de Asís,
aunque llevo mi cupo de gloria con discreción), y de pronto todo se oscureció.
Durante horas, Facebook solo me mostró una página en blanco y sus condolencias
por no poderme conectar. Llamé a Mark Zuckerberg dispuesto a echarle la bronca y
me dijo que no era nada personal, que a él la broma le estaba saliendo por seis
mil millones de dólares. Encima hube de consolarle, los muy ricos son incapaces
de soportar el menor rasguño.
Subirme a un avión en
semejante agujero negro informático me producía aprensión, pero de madrugada
las cosas parecían haberse arreglado. El avión ha volado, en efecto, aunque en
el cruce de la península itálica hemos tenido uno de esos zarandeos
estrepitosos. Yo estaba volviendo del baño a mi asiento de la fila 15, y por
poco me derrumbo en el regazo de una señora que hojeaba una revista de
vanidades. La azafata me dio una voz, pero en griego, de modo que tanto pudo
ser una maldición sacra como una llamada a mantener la verticalidad y el
pundonor a toda costa. He conseguido llegar a mi asiento casi a rastras, me he abrochado
el cinturón, y el aparato ha salido finalmente airoso de la turbulencia. Tampoco
había nada personal en el incidente.
Llegado a Barcelona, me
entero de que el Constitucional, a instancias de Vox, condena el estado de
alarma por el covid debido a que lesionó etéreos derechos de los diputados a las
cortes franquistas. El ponente ha cambiado su voto y así han ganado 6-4. Mientras,
un pool de periodistas de
investigación ha destapado la caja de Pandora y la ha encontrado repleta de
secretos de famosos/as españoles/as.
Dentro de un orden, claro
es. Aparecen en la lista el ya conocido y manoseado Emérito, más algunos
personajes tan característicos d’un temps
i d’un país como pueden ser Pep Guardiola y Shakira. No aparece en cambio Florentino
Pérez, por lo que se le supone tan inocente de este fraude como un corderito
recién nacido. Para el mes de enero, Floren espera conseguir a Mbappé, el
último cromo de su colección, por una cantidad de millones similar a los que
tanto echa de menos Mark Zuckerberg. Suerte, campeón.
Y de este modo se ha cerrado
el círculo. El aleteo de una mariposa en Amfiareo, lugar sagrado del Ática
donde habíamos ido la familia a celebrar la fecha de mi santo patrón, ha
conducido por misteriosas líneas de consecuencia a espectaculares derrumbes en
la conectividad de las redes por un lado, en la estabilidad de un avión de
línea después, y finalmente en el sereno juicio de los jueces y en otros sesgos
absurdos de la actualidad.
Pero todo ello sin que
intervenga en los cataclismos ningún elemento personal. Vivimos en una globalidad
desastrosamente aséptica. Yo prefiero Amfiareo.
Junto a la fuente sagrada de Amfiareo,
que fluye a los pies del templo principal. El lugar fue muy visitado en la
antigüedad como sanatorio, pero también debido a un oráculo de una veracidad
pasmosa según Heródoto, que lo colocó a un nivel parecido al de Delfos. Los
dos, sin embargo, se la metieron doblada al rey lidio Creso, que deseaba saber
si su proyectada invasión al imperio persa tenía buenas probabilidades de
éxito.