Imagen reciente de Ada Colau, objeto
de odio universal por parte de la burguesía decadente (Fuente, el periódico)
Oh vie heureuse des bourgeois, qu’avril bourgeonne
ou que décembre
gêle, ils sont fiers et contents…
Jean RICHEPIN
Ochenta entidades
barcelonesas han puesto en marcha una plataforma llamada «Barcelona es
imparable» para derrotar a la alcaldesa Ada Colau en las próximas elecciones y retornar
a aquella Barcelona que fue “modelo de éxito”.
Mi corazón sangra por las
ochenta entidades barcelonesas, pero estimo que apuntan mal y yerran en la
identificación de la causa de sus problemas, que por otro lado no me cabe duda
de que son muy gordos.
Si recordamos el modelo de
éxito de Barcelona, consistió en ser una ciudad “de ferias y congresos”. Hubo
un dato más, la Olimpiada del 92, pilotada por Pasqual Maragall, que dejó
buenos recuerdos en todo el mundo. Todo ello atrajo mucho turismo de masas.
Como en el sueño de
Faraón, después de las vacas gordas vinieron las flacas: los alcaldes que sucedieron
a Maragall, Joan Clos y Jordi Hereu, si bien pertenecían a su mismo partido,
dejaron bastante que desear. Mientras tanto quebró Lehman Brothers, las
finanzas globales se despeñaron, y todo el modelo de éxito basado en las
reuniones, los alardes de riqueza, las comilonas y los despilfarros de las corporated, entró en barrena. El “modelo
de éxito” había sido un espejismo, y de la proclamación de la prosperidad
universal se pasó a la alabanza elocuente de la austeridad, incluido el
llamamiento a todos al austericidio. Los descontentos, mayoritariamente jóvenes
a los que se había despojado sin contemplaciones de su futuro, protestaron ocupando las plazas públicas. No
solo en Barcelona, que también, sino en muchos más lugares. Puede verse toda esta
historia con anteojeras, pero no hasta el punto de afirmar que solo Barcelona
decayó.
Y Colau no había aparecido
aún por la Casa Gran, lo hizo solo en mayo de 2015, cuando del modelo de éxito
habíamos pasado ya a un modelo obligatorio (TINA) de fracaso. Los bancos, en
particular, hubieron de ser rescatados con nuestro dinero. Oigan, ¿alguna de
las 80 entidades firmantes del manifiesto es bancaria? No me extrañaría.
Colau no derrotó a un
alcalde socialista y unionista, sino a Xavier Trias, nacionalista y procesista.
Tampoco Trias había dado en la tecla de una “Barcelona imparable”, qué raro.
Fue Colau quien interpretó de forma correcta el sueño de Faraón, mientras la
burguesía feliz seguía sumergida en sueños húmedos solipsistas de resurrección.
El cambio climático, la ecología, la transición y la pobreza energética como problemas, la pandemia y la organización pública de la salud, la
pacificación de un tránsito patológicamente contaminante, el derecho a la vivienda, la conectividad (argumento mal traído
por Collboni para exigir la ampliación del Prat, por cierto).
Colau no es infalible, por supuesto, como tampoco lo era la madrileña Manuela Carmena. Carmena ya ha caído, por cierto, y hemos visto lo que ha venido después. Admitiré, si me fuerzan,
que Colau no ha acertado en todas sus medidas urbanas ─repito:
urbanas─, pero acierta de seguro infinitamente más que cualquiera de las 80
entidades firmantes, vistas una a una y en conjunto. ¿Cuál es el recambio que
se propone, el Tete Maragall o el alegre Collboni, fotocopia conforme de aquel
Antonio Miguel Carmona que primero aspiró sin éxito a gobernar Madrid y luego
ha acabado por resurgir inopinadamente de una puerta giratoria?
Háganme caso, Ada Colau es
un seguro de vida para Barcelona.