El filósofo e historiador italiano Norberto Bobbio (Foto:
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Me ha
parecido útil dedicar buena parte de un domingo a la traducción (apresurada pero
no automática) de un artículo de mi admirado Tarso Genro, en un momento en el
que, entre nosotros, la izquierda se prepara a dar una batalla política de primer orden, contra la peligrosa emergencia de un protofascismo de libro, personificado en el
tridente Casado – Ayuso - Abascal (conviene señalar la realidad de forma clara,
los paños calientes no sirven de nada). Quizás algo pueda aprenderse de un país
donde las cosas ocurren de un modo bastante más crudo que entre nosotros. La
idea central sería la de delimitar un “campo democrático” en el que coincidan y
se refuercen mutuamente la izquierda y el centro izquierda, frente a una
antipolítica antidemocrática abusiva, dirigida a un “avance” económico capaz de
generar dividendos sin crear trabajo.
PRL
Rosa Luxemburgo y Bobbio, ¿vestíbulo
de una tercera vía?
por Tarso Genro*
Bobbio, al recordar el surgimiento
del fascismo desde el fondo oscuro de la crisis de la democracia italiana, dijo
que «los fascistas eran archi-italianos; y en cambio, los antifascistas no se
consideraban italianos del mismo modo. Los fascistas eran de otra Italia.» Y añadió:
«… a partir de ese concepto de las dos Italias, podríamos también desarrollar la
distinción entre patria y nación.»
Los brasileños somos de la
misma nación, pero la patria bolsonarista – la que induce de forma consciente a
la aceptación de la muerte programada (de los que están fuera de su concepto de
“nación”), sin duda no es la nuestra. Nuestro concepto de nación, en la
República, es instrumental para hacernos iguales en derechos; el concepto de patria,
en el fascismo, es instrumental para incitar a la desigualdad esencial entre los
humanos. Y así lo lleva a la práctica cuando acepta la muerte de los otros
“nacionales” y ejerce en lo cotidiano su política necrófila.
Fue nada menos que Karl
Polanyi quien demostró que la destrucción de las economías reguladas, formateadas
en el período de posguerra, era un hecho histórico “reaccionario” que iba a acabar
por generar un “choque” con la democracia-liberal, “al producir una mayor
concentración de renta y de poder”, y de ese modo crear las condiciones para la
unidad política entre los movimientos populistas de derecha y el “mercado
desregulado”. En el orden global del capital financiero hegemónico, mercado y
fascismo podrían ser compatibilizados, y no solo durante períodos cortos, sino
a lo largo de ciclos enteros.
Pero más allá de la crisis
de la democracia liberal que tiene lugar en una escala planetaria, llaman la
atención – aquí en Brasil – algunos episodios canónicos de su degradación. Uno
de ellos es la “naturalización” del ultraliberalismo, retirado del campo de la
política para convertirse – a través del casino financiero global – en una
técnica de acumulación privada sin generación de empleo. Y por esa vía se ha aproximado
a los movimientos fascistas y protofascistas financiados por amplios sectores de
las clases dominantes.
¿Cuál es la crítica de
fondo, formulada de forma casi hipnótica, en el plano de la gran política, por los
gestores mediáticos de la opinión manipulada? Es la siguiente: Bolsonaro es un
gobernante pésimo, no porque sea fascista, misógino y con tendencias genocidas,
sino porque no está dando a Paulo Guedes, su ministro de Economía, una oportunidad
consecuente de llevar hasta el final sus reformas devastadoras del Estado
Social.
Esta postura de la derecha
y de sus epígonos neoliberales genera una consecuencia, y dos oportunidades
para la oposición democrática – de izquierda y centro izquierda –, en su relación
con un supuesto “centro” republicano del país. La consecuencia es que ese
“centro”, representado por la caricatura del “Centrão” (el “gran centro” político, hay una descripción adecuada en Wikipedia –
Nota del T.), no puede ser en un próximo gobierno democrático el fiel de la
estabilidad institucional, porque cualquier tentativa de regeneración
republicana de las instituciones será fulminada por él, como ha ocurrido con
todos los Gobiernos desde el año 88.
¿Cuál es la primera
oportunidad? Esta situación concreta posibilita una división en varios “bloques”,
tanteando – a través de la autonomía que la política puede adquirir en situaciones
de crisis – la formación paulatina de un bloque “democrático republicano”, de
oposición al bolsonarismo, con una agenda amplia y comprometida con la
estabilidad democrática: la lucha contra la devastación socioambiental, la
guerra contra la devastación humana por el hambre, el retorno al crecimiento de
la economía por fuera del “rentismo”, con una política exterior capaz de
recuperar la dignidad nacional ante ese no fragmentado espacio global donde
todas las crisis encuentran inspiración.
Esta agenda no tiene un
carácter solo de izquierda en el escenario nacional de hoy, y si estrechamos nuestro
campo de visión de la unidad contra el fascismo, daremos una oportunidad para
que la retórica del fascismo se torne una religión sin Dios, se articule de
manera definitiva con el “Centrão” y las religiones del dinero, y haga de su
retórica contra el “comunismo” un movimiento fanático de permanente tensionamiento
de la democracia hasta romperla y destruirla por un largo período.
Además de esta oportunidad
política, que puede ser aprovechada por el campo democrático para impedir a
Bolsonaro la posibilidad de un segundo mandato, emerge otra, en el terreno del
debate ideológico. Es una idea que solo podrá convertirse en fuerza material mediante
la creación de un lenguaje unitario de rechazo de los dogmas fascistas, que
arruinan las condiciones mínimas de solidaridad social que definen a la República:
discursos unitarios que contengan los valores de un proyecto de solidaridad
social y de igualdad, y que rechacen el fascismo no solo como proyecto político
sino además como modo de vida salvaje y violento.
Rosa Luxemburgo, al
declarar que la democracia solo es democracia si vale para todos – excluidos
aquellos que quieren matarla -; y Bobbio, cuando afirma que es preciso eliminar
los poderes ocultos en la República, puesto que “el poder infinito corresponde a
una perfecta invisibilidad”, siguieron, en sus respectivas vidas, ese camino. El
bolsonarismo, de un solo golpe, ha debilitado tanto la democracia como el modo
de vida orientado por los valores de la República, como forma ideal de Estado
que se alimenta de las virtudes de una ciudadanía, que – incluso cuando no es
mayoritariamente virtuosa – puede sufrir en su modo de actuar los correctivos de
la vida democrática.
El “vestíbulo” para entrar
en la “tercera vía” ideado por los comentaristas de Globo News que se aplican en mostrar como equivalentes las
prácticas del PT y el bolsonarismo – un método aceptado por los “vestibulantes”
que allí se barajan –, para mí ha dejado clara la importancia de que todos los
bloques políticos reales presenten sus candidatos a la Presidencia. Este
proceso permitirá llegar a nuevos pactos y disensos para el segundo turno – si se
da el caso –, en busca de un compromiso dirigido a salvar patria y nación de las
manos violentas e incompetentes del bolsonarismo en crisis, de modo que sea el
elector el filtro de las alianzas de gobierno de un nuevo Brasil republicano,
rescatado de la metástasis fascista.
(*) Tarso Genro fue gobernador del Estado de Rio Grande
do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, ministro de Educación y
ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. El artículo fue publicado
originalmente en Sul21, 2.10.2021. La traducción, muy de circunstancias, es
mía.