Retrato de Charles Louis de
Secondat, señor de La Brède y barón de Montesquieu, el primero en definir las
normas formales imprescindibles en toda democracia.
Lo ocurrido en el
debate electoral truncado de la Cadena SER da pie a unas cuantas reflexiones.
El punto crucial es seguramente determinar hasta qué punto las normas
estrictas de la democracia obligan a tolerar a los antidemócratas.
La SER, y la
moderadora Àngels Barceló, ofrecieron un micro y un tiempo marcado para
expresarse con libertad, a todos los cabezas de lista que pugnan por la
presidencia de la Comunidad madrileña. A todos. Se trataba de debatir siguiendo
unas pautas precisas, con el fin de que el electorado tuviera una idea más completa
y pormenorizada de las distintas opciones a su alcance. La idea y el formato
eran irreprochables, y existe una cantidad numerosa de precedentes que los
avalan.
Lo inadmisible es
lo que sucedió luego. A saber, que Isabel Ayuso, para empezar, no se presentó a
la cita. Y visto lo visto, bien porque se sintiera en minoría o porque esa
fuera su idea preconcebida, que Rocío Monasterio optara por reventar el debate
saltándose todas reglas consensuadas y faltando al respeto no solo a sus
rivales políticos sino a la audiencia en general.
Pablo Iglesias fue
el primero en abandonar la reunión, acompañado por los gritos de la candidata
de Vox: “¡Lárguese de una vez, es lo que estamos deseando!”
No estoy seguro de
que Iglesias hiciera bien levantándose de su silla en ese momento, pero sí anticipó y puso
de relieve que la atmósfera en el estudio era irrespirable, desde el punto de
vista de un demócrata. Le siguieron Ángel Gabilondo y Mónica García, cuando después
de un turno de palabras demencial constataron que aquello no tenía remedio.
Rocío Monasterio, mientras tanto, apostrofó a Barceló de dictadora y le reclamó
a Mónica que no pusiera “cara de amargada”. Tal vez lo que quería con ese
reproche es que Mónica imitara a Edmundo Bal, que suplicaba a todos que siguiera
el debate para “no hacerle el juego a Vox”. Bal demostró que Ciudadanos no
merece ni el 5% necesario para aparecer en la foto.
No habrá más
debates electorales en esta campaña. No se discutirá sobre propuestas
políticas, algo que sin duda no interesaba en algunos think tanks. Determinadas derechas
son partidarias de la democracia para utilizarla, pero no para obedecer el
mandato indispensable de rendir cuentas al pueblo soberano.
Pero ¿qué sustancia
puede tener la democracia si no hay rendición de cuentas ante los representados, si la papeleta de voto es nada más un cheque en blanco? Eso
no llega ni siquiera al nivel de una democracia puramente formal. A Ayuso la estaban acosando con cifras
sobre su gestión: lo último que le interesa. Y Monasterio, al margen de sus
ínfulas de revoltosa, se postula como fiel escudera y paño de lágrimas de la
lideresa reconocida, en una nueva temporada en pantalla panorámica y technicolor,
con más alaridos y más desmadre garantizado. Anti política de Sálvame De Luxe.
El antídoto contra
tanto veneno político no es otro que democracia a palo seco. Sin cervecitas al anochecer, ni terrazas al aire libre; a palo seco. En caso de
necesidad, doblar la dosis.