El ministro de Universidades Manuel Castells en el Congreso.
La innovación en los modos de la política no ha venido sin embargo de la
izquierda, sino de la derecha.
Elles
sont révolues
Elles ont fait leur temps
Les belles pom, pom, pom, pom, pom, pompes funèbres
Georges
BRASSENS, ‘Les funérailles d’antan’
Las bellas pom pom pom pompas
parlamentarias asociadas al llamado Régimen del 78 han fenecido. Tuvieron su
cuarto de hora de gloria, pero lo que se lleva ahora es un modelo no más
informal exactamente, sino, cómo llamarlo, más cuartelero. No de camiseta
decorada, sino de uniforme de faena para imaginarias de cocina. Echaremos de menos aquellos debates cara a
cara moderados por Campo Vidal, o cuando los candidatos desfilaban por la
pasarela mediática para declamar la síntesis última de su mensaje en un minuto.
Ahora del minuto sobra cuarto y mitad, lo que se estila es disparar con
lanzallamas: “Oiga, dispense pero lo que usted afirma no es exactamente cierto.”
“Tú cierra el pico, amargao, capullo.”
El debate de la SER
fue un anticipo de lo que será la moda electoral primavera-verano del 21. Ha sido
objeto de la atención de muchos la expeditiva dialéctica “a quemarropa” de
Monasterio (“Lárgate de una vez, lo estamos deseando todos”, a Iglesias), pero lo
verdaderamente novedoso ha sido la proeza de Isabel Ayuso, que no asistió al
debate pero luego se proclamó vencedora del mismo por KO. Mariano ya lo había
hecho antes, ¿recuerdan?, pero con sosería y mandando a Zoraida Santamaría en su lugar,
de modo que apenas si se notó. Ayuso ha dado un paso más en la misma dirección abismática:
un gran salto adelante, diríamos. Para ella el medio ya no es el mensaje, como
predicó Marshall McLuhan en otra galaxia sociopolítica: para ella el mensaje consiste
en quitarse de en medio primero, y decir luego que fue la única que sí estaba. “Votarme ya y
dejarse de tonterías, que no tengo tiempo para dedicarlo a mindundis.”
Veremos lo que da
de sí el nuevo trend. Viene avalado
por el prestigioso Steve Bannon, que no ha conseguido salvar al Pato Donald
Trump de la quema, pero ha marcado estilo. La “gente” (esa abstracción demodée)
tiende a obedecer a los automatismos implantados, y cuando alguien grita “¡Firmes!”
en tono de mando un pelín gangoso, hay posibilidades de que un porcentaje
estimable de personas se cuadren, sin saber muy bien por qué.
Otro porcentaje
también estimable replicará: “Porque tú lo digas.” Pero esa eventualidad está también
prevista en los correspondientes argumentarios (ya no se llamarán así, por
cierto, en el nuevo orden del campañeo electoralista, sino “zascamentarios”,
término más acorde con la sustancia implícita en la dialéctica). Ante una
réplica en ese tono, la lideresa de turno fruncirá la naricita, soltará un
lagrimón, meneará la cabeza a uno y otro lado, mirará de reojo con picardía
disimulada, suspirará hondo y declamará, en tono soñador: “No sé por qué nos
odian tanto.”