Rebeca, Jacob e Isaac en una
pintura de José de Ribera, Museo del Prado. Al fondo a la izquierda, el cap de govern Esaú Aragonés.
ERC regaló a Laura
Borrás las llaves del cielo, vale a decir de la investidura, y ahora el partido
se ve en un brete que solo puede prolongarse durante dos meses según el
precepto legal, aunque estamos viendo cocer las habas de las prórrogas eternas
de los mandatos legales en todas las latitudes de nuestra geografía.
Pere Aragonés
podría ser jefe del gobierno mañana mismo, solo con que aceptara un par de condiciones benévolas: la
primera, admitir la tutela permanente del Consell per la República, un invento extra muros de la legalidad ideado por el ingenioso partido de los puigdemontanos; y la segunda, ceder a Waterloo todo el control
de la CCMA, dicho en plata TV3. Hay más flecos en la túnica sin costura, a lo que parece, tales como la
puesta en circulación del DNI-Comín, por un lado, y el compromiso unilateral de
ERC de votar junts amb Junts en el
odioso Congreso madrileño, en toda cuestión que afecte a cualquier cosa.
Si ERC está
dispuesta a asumir todo ese paquete de exigencias, Aragonés podría llegar a la
condición definitiva de cap de govern con
el visto bueno del partido puigdemontano, que incluso estaría dispuesto a cederle
tres o cuatro conselleries de no
mucha importancia, tal vez (déjenme adivinar) Sanidad, Educación, Industria, y por
supuesto Trabajo, que posiblemente no se llamaría ya Trabajo sino, con más
propiedad, Conselleria de l’Atur. Es
una suposición.
Quedaría al albedrío
de los filólogos, entonces, determinar qué significa “cap” y qué significa “govern”,
en tales circunstancias. Doctores tiene la Iglesia, luego pelillos a la
mar.
Así le pusieron las
carambolas en los tiempos bíblicos a Esaú, nombre que en hebreo significa el
Velludo, lo Pilòs en catalán. Esaú
era el primogénito del patriarca Isaac, pero su hermano Jacob era el favorito
de mamá Rebeca. Un día que Esaú
volvía hambriento de trabajar la tierra, encontró a su hermano bien repantingado
delante de un plato de lentejas estofadas, y le pidió participar de aquel comistrajo
fragrante de aromas.
─Te lo cambio por
el derecho de primogenitura ─le dijo de inmediato Jacob, el listillo.
─Tengo hambre, qué
c… me importa a mí la primogenitura ─replicó Esaú, antepasado y pionero de los
modos políticos del mozo Aragonés.
Dicho y hecho. Rebeca se las arregló para conseguir la bendición de Isaac el Ciego
para Jacob, revistiéndole el brazo con una piel de carnero para dar el pego al
viejo, que creía estar invistiendo al velludo Esaú. Y este último se puso morado de lentejas.
La historia no es
precisamente ejemplar, pero está recogida en la Biblia, por lo que debemos
considerarla palabra de Dios. Lo interesante, a efectos del presente, es saber
si finalmente Aragonés se hará un Esaú, o un Arrimadas para decirlo en moderno,
a cambio del correspondiente plato de lentejas (tal vez con chorizo).
En sus quioscos,
próximamente, la continuación de este apasionante serial.