lunes, 19 de abril de 2021

O AYUSO O FUTURO

 


Nos echamos las manos a la cabeza, ¿es comprensible que Ayuso pueda ganar en Madrid? ¿Cabe en cualquier cabeza que tanta incompetencia mentirosa pueda ser premiada con una mayoría de (des)gobierno apuntalada por Vox?

Ese tipo de espejismo para perplejos no es ninguna anomalía histórica, sin embargo. Bertolt Brecht lo describió en alegoría, en su poema sobre la parábola de Buda. Buda avisaba a los habitantes de una casa, en cuya techumbre de paja habían prendido las llamas, que de un momento a otro todo iba a derrumbarse sobre sus cabezas; pero ellos le repreguntaban si no estaba lloviendo fuera, si no hacía mucho frío a la intemperie.

Ese reflejo conservador está vinculado (mal) al instinto de supervivencia: uno se aferra a lo conocido por miedo de que “cualquiera tiempo futuro” sea peor. El paralítico cuya silla de ruedas se despeñaba por un barranco, rezaba a la Virgen: “¡Virgencita, que me quede como estoy!” Y en los tiempos enrevesados de la Transición democrática, era frecuente el “chiste” de que contra Franco vivíamos mejor.

Por mucho que extrañe a algunos amigos, es frecuente entre los trabajadores la actitud de servidumbre voluntaria, es decir la resignación que les lleva a asumir un lugar subordinado en la jerarquía de los poderes terrenales: “quien manda, manda”, “doctores tiene la Iglesia”, “Dios proveerá”. Todas estas tarabitas, que no datan precisamente de hace cuatro días, alimentan la idea de la superioridad incontrastable de una casta dominante, señalada a dedo por los dioses o por el destino, tanto da. Ser del PP es ser un elegido en Madrid, y hay mucha gente que acepta a ciegas la existencia de una providencia superior, un sheltering sky o cielo protector, a veces extraordinariamente arbitrario y exigente como el Yaveh del Antiguo Testamento; incluso tramposo, ladrón, aprovechado y mentiroso. Pero ante el que es vano resistirse.

Son monsergas atizadas por la clerigalla, desde luego. Pero deben ser explicadas bien, sin el atajo del “tú eres tonto, muchacho”, de escaso efecto en las personas de cortos alcances.

El techo de la casa de Ayuso está en llamas, el derrumbe es inminente, la intemperie sería un refugio muy superior para las personas que buscan un abrigo contra las inclemencias, y si Gabilondo no les gusta, si no se fían de la solvencia de Mónica, y si las coletas les resultan difíciles de tragar, cualquiera de las tres opciones es sin embargo mil veces preferible a lo que pueda proveer la divina providencia si Ayuso se alza con el santo y la limosna con la colaboración necesaria y suficiente de Vox, esa panda de maníacos que anda ya salivando con lo que hará de los perroflautas tan pronto como pille cacho en las esferas del poder.

No se trata tanto de una oportunidad, como de la necesidad de la amputación de un miembro afectado por la gangrena de la corrupción. No es cuestión de comunismo o libertad, sino de tener a Ayuso o tener futuro.