Nos echamos las
manos a la cabeza, ¿es comprensible que Ayuso pueda ganar en Madrid? ¿Cabe en
cualquier cabeza que tanta incompetencia mentirosa pueda ser premiada con una
mayoría de (des)gobierno apuntalada por Vox?
Ese tipo de
espejismo para perplejos no es ninguna anomalía histórica, sin embargo. Bertolt
Brecht lo describió en alegoría, en su poema sobre la parábola de Buda. Buda avisaba
a los habitantes de una casa, en cuya techumbre de paja habían prendido las
llamas, que de un momento a otro todo iba a derrumbarse sobre sus cabezas; pero
ellos le repreguntaban si no estaba lloviendo fuera, si no hacía mucho frío a
la intemperie.
Ese reflejo conservador
está vinculado (mal) al instinto de supervivencia: uno se aferra a lo conocido
por miedo de que “cualquiera tiempo futuro” sea peor. El paralítico cuya silla
de ruedas se despeñaba por un barranco, rezaba a la Virgen: “¡Virgencita, que
me quede como estoy!” Y en los tiempos enrevesados de la Transición democrática,
era frecuente el “chiste” de que contra Franco vivíamos mejor.
Por mucho que
extrañe a algunos amigos, es frecuente entre los trabajadores la actitud de servidumbre
voluntaria, es decir la resignación que les lleva a asumir un lugar subordinado
en la jerarquía de los poderes terrenales: “quien manda, manda”, “doctores
tiene la Iglesia”, “Dios proveerá”. Todas estas tarabitas, que no datan
precisamente de hace cuatro días, alimentan la idea de la superioridad
incontrastable de una casta dominante, señalada a dedo por los dioses o por el
destino, tanto da. Ser del PP es ser un elegido en Madrid, y hay mucha gente
que acepta a ciegas la existencia de una providencia superior, un sheltering sky o cielo protector, a
veces extraordinariamente arbitrario y exigente como el Yaveh del Antiguo
Testamento; incluso tramposo, ladrón, aprovechado y mentiroso. Pero ante el que
es vano resistirse.
Son monsergas atizadas
por la clerigalla, desde luego. Pero deben ser explicadas bien, sin el atajo
del “tú eres tonto, muchacho”, de escaso efecto en las personas de cortos
alcances.
El techo de la casa
de Ayuso está en llamas, el derrumbe es inminente, la intemperie sería un
refugio muy superior para las personas que buscan un abrigo contra las
inclemencias, y si Gabilondo no les gusta, si no se fían de la solvencia de Mónica,
y si las coletas les resultan difíciles de tragar, cualquiera de las tres
opciones es sin embargo mil veces preferible a lo que pueda proveer la divina
providencia si Ayuso se alza con el santo y la limosna con la colaboración necesaria
y suficiente de Vox, esa panda de maníacos que anda ya salivando con lo que
hará de los perroflautas tan pronto como pille cacho en las esferas del poder.
No se trata tanto de
una oportunidad, como de la necesidad de la amputación de un miembro afectado
por la gangrena de la corrupción. No es cuestión de comunismo o libertad, sino
de tener a Ayuso o tener futuro.