‘La negación de Pedro’, óleo de
Carl Heinrich Bloch. Pedro aparece a la izquierda, las lenguas de doble filo frente a
él, Jesús detenido y enmanillado al fondo, y el gallo en medio dispuesto a
terciar sin complejos en la controversia.
Dicen los
periódicos que hay un reacomodo de las conversaciones entre Junts y ERC, que no
se hablaron durante toda la semana pasada. Se cruzan ahora, de una parte a otra,
nuevas ofertas para el reparto equitativo de los altos cargos. Nadie sabe qué
harán en concreto dichos cargos altos, sin embargo. No se ha definido aún, ni
es probable que se defina, un programa de gobierno, con la excepción del tornarem a fer-ho. Ahí sí hay consenso,
al parecer, pero es un consenso de aguachirle, no se aclara qué es exactamente lo
que van a volver a hacer, ni siquiera cuándo.
Mientras tanto, ha
caducado sin pena ni gloria el pacto ERC-CUP, que nunca se supuso como de largo
recorrido, pero que ha resultado no tener ninguno. Un pacto nonato, como San
Ramón. Vamos bien encaminados a una legislatura nonata, porque suenan voces de
muerte en los entresijos de Junts que se inclinan por una repetición inmediata de
las elecciones.
“Que hable de nuevo
el pueblo, y así nosotros podremos seguir callados”, deben de decirse los/las artífices
de la estrategia. Más que de estrategia, estaríamos hablando de “desastregia”,
pido perdón por el mal chiste. No es solo que los líderes de la mayoría
parlamentaria catalana no hagan nada, sino que se sienten cómodos no haciendo
nada.
Toda esta situación
implica que el único Gobierno que tenemos en Cataluña es el de España. Todas
las decisiones, los impulsos, y también las fuentes de financiación, vienen de
ahí. Nuestros prohombres y nuestras promujeres procesistas hacen ascos en
público a cualquier cosa que venga del Estado opresor, pero lo mismo ponen la
mano, y comentan además por lo bajini que desde el centro nos tratan con mucha
tacañería. Pasaron los tiempos del “Madrid nos roba” y ahora estamos en los de “Madrid
nos escatima”. Antes se sacaba pecho, ahora se hace un reconocimiento
vergonzante de dependencia.
Pensaba en estas
cosas esta mañana, al escuchar en la cadena SER la entrevista de Josep Cuní a
la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera. Ribera propone un plan y un horizonte
temporal para la transición energética. Ese plan ha sido aprobado en el
Parlamento (el español, claro, en el catalán ni se ha mencionado el tema), y se
va a implementar ─en lo que se pueda─ a regañadientes de tantos como se dejan
arrullar por el sonsonete de que “los políticos no hacen nada”.
Es un vicio recurrente.
Ya Franco aconsejó a Foster Dulles que hiciera como él y no se metiera jamás en
política. Es asimismo la fórmula de Ayuso, y esa conexión Franco-Ayuso no es ninguna
casualidad. Ayuso está esforzadamente dedicada a no hacer nada y dejar que las
cosas sigan su rumbo “natural”, con críticas indignadas a quienes se empeñan en
trabajar por la salud de la ciudadanía (un mito, ¡de qué les sirve a los
mindundis estar sanos!) y por el mantenimiento del empleo (un artificio
indeseable en sociedades “modernas” dispuestas a chuparse un pie y pasar de todo).
Por cierto, Ayuso tiene
unas formidables expectativas de arrasar el próximo 4 de mayo, según sondeos
por los que su partido ha pagado un poco más, incluso, que para obtener una
mayoría suficiente en la autonomía murciana. “Pagando, San Pedro canta”,
decimos en Cataluña. Cabe recordar, sin embargo, que según el relato
neotestamentario San Pedro se negó a cantar por tres veces, y quien lo hizo
finalmente fue el gallo.
Nuestros políticos
catalanes son más de San Pedro que del gallo, es mi conclusión.