Carmen en la logia de la casa
de Koundouriotis, sobre el puerto de Hydra.
En momentos como
este en que muchos compatriotas andan empeñados en viajar a Ítaca, les propongo
una isla griega más próxima y no menos llena de atractivos: Hydra, en el golfo
Sarónico, frente a la Argólida.
Un pedazo de roca
bravía y de vegetación salvaje, sin tráfico rodado, con burros-taxi para
remontar las cuestas ásperas de la ciudad y puerto principal, construida en
anfiteatro sobre una ensenada. Estuvimos allí en la Pascua griega de 2016,
alojados a dos pasos del puerto. El tiempo fue magnífico, como suele serlo en
la primavera de Grecia. Pudimos bañarnos, incluso, en uno de tantos recodos
entre las rocas, por debajo del lungomare
que sigue la línea costera hacia poniente. Dejé en estas notas una reseña,
que traigo aquí de nuevo como complemento. (1)
La historia de Hydra
ofrece dos ocasiones memorables. La primera es su participación en la guerra de
la independencia. Allí residieron familias poderosas de navieros como los
Koundouriotis (Giorgios y Lázaros), antecedentes de los Onassis y los Niarchos,
que pusieron en jaque a los otomanos. En la vecina Spetses les acompañó en la
tarea Laskarina Bouboulina, que construyó el buque de guerra Agamemnon y contribuyó al bloqueo de
Nafplio, decisivo para la victoria final. La mansión de Lázaros Koundouriotis
es hoy museo histórico.
En el puerto.
La segunda epifanía de Hydra ocurrió en fecha mucho más reciente, en los años locos de los hippies, cuando muchos artistas buscaban inspiración en contacto con una naturaleza no domesticada ni rebajada. Leonard Cohen pasó ocho años en la isla, en un caserón en alto, sin luz eléctrica y sin agua corriente. Fueron años enormemente creativos para el poeta y cantante, y la mejor época de su largo romance con Marianne Ihlen. En la toponimia de Hydra se perpetúa su recuerdo. Es lo más parecido que tenemos a la inmortalidad.
(1) http://vamosapollas.blogspot.com/2016/08/el-pajaro-en-el-alambre.html