Henry RAEBURN, ‘El Reverendo
Robert Walker patinando en Duddingston Loch’ (The Skating Minister), 1795,
Galería Nacional de Escocia.
El Reverendo patina
sobre una fina capa de hielo con airoso estilo y plena confianza en sí mismo,
pero una grieta oculta podría inmortalizarlo en mitad de una de sus elegantes piruetas.
Esa es la situación aquí y ahora mismo. Un gobierno progresista en trance aún
de consolidación, un sudoku con muchas incógnitas por resolver en Cataluña después de unas elecciones autonómicas
a cara de perro, un lento y contradictorio proceso de consenso social en torno
al nacimiento de una nueva generación de derechos para las personas, y simultáneamente
una emergencia neofascistoide inducida, que apunta al corazón de una democracia
que se está devaluando, desde foros y tribunas de orientaciones diferentes, al
adjetivarla de “democracia de mierda”.
Oigan, si lo que tenemos
es una democracia de mierda, yo la prefiero netamente a una mierda sin
democracia. Estoy dispuesto, ahora y siempre, a movilizarme a favor de la
democracia, a sabiendas de que no es perfecta; no defenderé en cambio la
mierda, por perfecta que la pinten.
El problema no es entonces
la defensa de la libertad de expresión, el problema es dar tanta cancha a la
libre expresión del odio social. Justificar el veneno, y criticar en cambio la
aplicación diligente de los oportunos contravenenos. Eso sí es anormalidad
democrática. Piensan algunos que la democracia no necesita ser protegida, que
es posible patinar indefinidamente sobre el hielo porque ninguna pedrada,
ningún fuego, ningún deshielo repentino arruinará de pronto la delgada capa
sólida sobre la que ellos evolucionan con la ambición de aprovechar el impulso
para asaltar los cielos y ocupar con un golpe de mano audaz el centro del
tablero.
Esto sí es una
batalla. El fin no justifica los medios. La democracia necesita combatir
activamente cualquier movimiento,
manifiesto o solapado, generado en las covachuelas oscuras de la Antipolítica. "Convivir" con esta, como se predica, no puede ser de ningún modo recomendable.