La causa del trabajo es la esperanza del mundo. Grabado, s. XIX.
La aritmética es,
si no mienten los expertos, una ciencia exacta y fiable; pero la aritmética
parlamentaria es, en cambio, volátil e insegura. Tuvimos de ello en 2003 un
ejemplo extremo con el “tamayazo” que desposeyó a la mayoría ganadora de PSOE +
IU para entregar la Comunidad de Madrid al PP de Esperanza Aguirre.
(Aquello fue el hito fundacional
del fake más descomunal de la
historia de nuestra democracia, y el desencadenante de las cosas que estamos
viendo en el combate a finish
Bárcenas vs. PP: fue el momento preciso en que el poder de la corrupción
doblegó a la democracia.)
Tenemos la
costumbre de echar las cuentas a partir del número de escaños atribuidos a cada
formación, pero los escaños los rellenan personas, y las personas son elementos
imponderables. Tengo un recuerdo de un poema de Brecht en el que encuentra un
punto débil en un arma letal tan perfecta como un carro de combate. La
imperfección, desde el punto de vista del constructor o del general, es que
quien maneja el arma tiene que ser una persona, y el comportamiento de una
persona en una situación límite es imprevisible.
(El constructor y el general, desde
entonces, han conseguido eliminar la imperfección. Ahora las guerras se hacen
cómodamente desde el mismo cuartel general, con drones.)
Podemos discutir
eternamente si las personas tenemos o no derecho a decidir, pero es indudable
que tenemos capacidad de decisión. De eso va la vaina.
Leo todos los días
especulaciones acerca de si son de izquierda o de derecha formaciones políticas
cono el PSC y ERC, y si pueden mezclar de forma adecuada con los Comuns (no
parece haber entre mis amistades dudas sobre los Comuns) para componer una mayoría
alternativa al independentismo en Cataluña.
Oigan, puede que sí
mezclen, y puede que no. No sirve de mucho recordar lo que pasó en tripartitos
anteriores: la situación no es la misma, no son iguales los contenidos, los
discursos ni los líderes.
(Los partidos políticos, y con
mayor razón los actuales que son casi exclusivamente plataformas electorales, son
continentes, no contenidos; arrastran en su estela una cantidad innumerable de
sentimientos difusos, tomas de posición, ideologías completas y bien
encuadernadas o restos de saldo con páginas rasgadas y hojas sueltas. Los
partidos son como el río de Heráclito, distintos cada vez que volvemos a
bañarnos en ellos.)
Vamos a dar por
supuesto ─y es mucho suponer─ que los números y las voluntades dan para una
mayoría alternativa al procesismo loco, y que en esa mayoría de emergencia y de
reconstrucción, cada formación conserva su propia personalidad y su fisonomía,
pero la pone al servicio de una tarea común, de un máximo común divisor.
Si examinamos con
un metro de platino iridiado esa resultante coyuntural de los vectores de
fuerza presentes en la sociedad política catalana (eso que llamamos “ciudadanía”
sin tener demasiada idea de a qué nos referimos), resultará sin duda que no
tenemos un gobierno de la izquierda fetén, y que las políticas que lleve a cabo
carecerán del marchamo de autenticidad correspondiente.
Hay dos posturas
posibles en esa situación: la primera y más tradicional, es que la izquierda de
verdad de la buena evite toda contaminación y se retire al Aventino, tal y como
viene haciendo regularmente; la segunda es que, a la espera y con la esperanza de
una acumulación de fuerzas más consistente, se arremangue para llevar a cabo
unas reformas insuficientemente de izquierdas, pero necesarias, urgentes y
prioritarias para seguir “en la pomada”, expresión tomada de los comentaristas
deportivos cuando un competidor individual o colectivo no está situado en la
posición preeminente que anhela, pero mantiene esperanzas de alcanzarla más
adelante gracias a sus esfuerzos.
El razonamiento
sirve para proponer una actitud abierta ante grupos políticos con los que mantenemos
discrepancias, pero con los que cabe hacer juntos una parte al menos del
trayecto que hemos trazado en el mapa de nuestra cabeza; y también para
consideraciones sobre el voto que vamos a colocar en la urna el próximo 14F, y sobre
su utilidad, siempre coyuntural y relativa.
(Los partidos, decía antes, no son
contenidos ideológicos, sino continentes. Añadiré para concluir que no son
compartimientos estancos, con ideologías cerradas y rigurosamente aisladas las
unas de las otras. La vida social es un medio mestizo, lleno por todas partes
de contaminaciones y de contradicciones. Las personas no son teorizaciones.)