sábado, 6 de febrero de 2021

LA ARITMÉTICA Y LOS IMPONDERABLES


La causa del trabajo es la esperanza del mundo. Grabado, s. XIX.

 

La aritmética es, si no mienten los expertos, una ciencia exacta y fiable; pero la aritmética parlamentaria es, en cambio, volátil e insegura. Tuvimos de ello en 2003 un ejemplo extremo con el “tamayazo” que desposeyó a la mayoría ganadora de PSOE + IU para entregar la Comunidad de Madrid al PP de Esperanza Aguirre.

(Aquello fue el hito fundacional del fake más descomunal de la historia de nuestra democracia, y el desencadenante de las cosas que estamos viendo en el combate a finish Bárcenas vs. PP: fue el momento preciso en que el poder de la corrupción doblegó a la democracia.)

Tenemos la costumbre de echar las cuentas a partir del número de escaños atribuidos a cada formación, pero los escaños los rellenan personas, y las personas son elementos imponderables. Tengo un recuerdo de un poema de Brecht en el que encuentra un punto débil en un arma letal tan perfecta como un carro de combate. La imperfección, desde el punto de vista del constructor o del general, es que quien maneja el arma tiene que ser una persona, y el comportamiento de una persona en una situación límite es imprevisible.

(El constructor y el general, desde entonces, han conseguido eliminar la imperfección. Ahora las guerras se hacen cómodamente desde el mismo cuartel general, con drones.)

Podemos discutir eternamente si las personas tenemos o no derecho a decidir, pero es indudable que tenemos capacidad de decisión. De eso va la vaina.

Leo todos los días especulaciones acerca de si son de izquierda o de derecha formaciones políticas cono el PSC y ERC, y si pueden mezclar de forma adecuada con los Comuns (no parece haber entre mis amistades dudas sobre los Comuns) para componer una mayoría alternativa al independentismo en Cataluña.

Oigan, puede que sí mezclen, y puede que no. No sirve de mucho recordar lo que pasó en tripartitos anteriores: la situación no es la misma, no son iguales los contenidos, los discursos ni los líderes.

(Los partidos políticos, y con mayor razón los actuales que son casi exclusivamente plataformas electorales, son continentes, no contenidos; arrastran en su estela una cantidad innumerable de sentimientos difusos, tomas de posición, ideologías completas y bien encuadernadas o restos de saldo con páginas rasgadas y hojas sueltas. Los partidos son como el río de Heráclito, distintos cada vez que volvemos a bañarnos en ellos.)

Vamos a dar por supuesto ─y es mucho suponer─ que los números y las voluntades dan para una mayoría alternativa al procesismo loco, y que en esa mayoría de emergencia y de reconstrucción, cada formación conserva su propia personalidad y su fisonomía, pero la pone al servicio de una tarea común, de un máximo común divisor.

Si examinamos con un metro de platino iridiado esa resultante coyuntural de los vectores de fuerza presentes en la sociedad política catalana (eso que llamamos “ciudadanía” sin tener demasiada idea de a qué nos referimos), resultará sin duda que no tenemos un gobierno de la izquierda fetén, y que las políticas que lleve a cabo carecerán del marchamo de autenticidad correspondiente.

Hay dos posturas posibles en esa situación: la primera y más tradicional, es que la izquierda de verdad de la buena evite toda contaminación y se retire al Aventino, tal y como viene haciendo regularmente; la segunda es que, a la espera y con la esperanza de una acumulación de fuerzas más consistente, se arremangue para llevar a cabo unas reformas insuficientemente de izquierdas, pero necesarias, urgentes y prioritarias para seguir “en la pomada”, expresión tomada de los comentaristas deportivos cuando un competidor individual o colectivo no está situado en la posición preeminente que anhela, pero mantiene esperanzas de alcanzarla más adelante gracias a sus esfuerzos.

El razonamiento sirve para proponer una actitud abierta ante grupos políticos con los que mantenemos discrepancias, pero con los que cabe hacer juntos una parte al menos del trayecto que hemos trazado en el mapa de nuestra cabeza; y también para consideraciones sobre el voto que vamos a colocar en la urna el próximo 14F, y sobre su utilidad, siempre coyuntural y relativa.

(Los partidos, decía antes, no son contenidos ideológicos, sino continentes. Añadiré para concluir que no son compartimientos estancos, con ideologías cerradas y rigurosamente aisladas las unas de las otras. La vida social es un medio mestizo, lleno por todas partes de contaminaciones y de contradicciones. Las personas no son teorizaciones.)