A veces las cosas
no son lo que parecen. Por ejemplo, la imagen de arriba, tomada el sábado
pasado en el Paseo de Gracia de Barcelona. Ustedes pensarán quizá que se trató
de un hecho aislado y lamentable, un vivales pescando en río revuelto durante
unos disturbios convocados para otra cosa.
No caigan en la
trampa, no se trató de un hecho aislado. Fue, por decirlo de algún modo, la
tónica dominante en el evento. Se quemaron muchos contenedores, se destrozó mucho
mobiliario urbano y se asaltaron muchos comercios de lujo. De lo que se trataba
era de reivindicar la libertad de expresión, y de los hechos se deduce que los
manifestantes se expresaron con una libertad envidiable.
Las fuerzas
represivas les reprimieron, lo cual está en la naturaleza misma de las cosas;
pero también fueron atacadas por aguerridos componentes de la movida. No hubo servicio
de orden de la manifestación, pero sí un eficaz servicio de desorden, que
amparó a los avispados pescadores en río revuelto. Hubo provocaciones recíprocas
entre manifestantes y policías, y podrían pensar ustedes que también hubo
extralimitación por ambas partes. No caigan en la trampa. Se ha abierto una investigación
para depurar responsabilidades en la actuación de los Mossos, pero no se
percibe en cambio ninguna iniciativa institucional dirigida a exigir responsabilidades
por la actuación de los manifestantes y de quienes les convocaron. Alguien ha sugerido
que Arran, la organización juvenil de la izquierda independentista, que llamó a
utilizar los contenedores de basuras como luminarias de la libertad, debería
abonar los destrozos causados al Ayuntamiento; pero no parece que la
proposición vaya a prosperar.
Si nos ponemos
líricos, una especialidad de la CUP, podemos calificar la imagen que preside
estas líneas como una recuperación justa y lícita de la plusvalía arrancada al
proletariado por la voracidad del capital financiero. La CUP tiende a ver la
lucha de clases en clave de dibujos animados.
La manifestación convocada
de la forma como se convocó debía mostrar a Europa la realidad de un país
sumido en la anormalidad democrática por la represión desatada contra la
libertad de expresión. Era importante que Europa no cayera en esa trampa. Dos
cuestiones decisivas dependían de ello: una, la vía libre para la
constitución de un govern exclusivo de
creyentes en la causa, si bien rabiosamente peleados entre ellos; la otra, la
ratificación de la inmunidad de la carlinada
presente en el Parlamento europeo.
Europa no ha caído
en la trampa de no caer en la trampa. La Comisión de Asuntos Jurídicos de la
Eurocámara ha dado vía libre a la revocación de la inmunidad por actos sin
relación con las funciones de Puigdemont, Comín y Ponsatí como parlamentarios europeos.
El Pleno ratificará posiblemente ese dictamen dentro de pocos días.
Y el embrión de govern, muy dispuesto a ponerse
anteojeras en relación con la situación de emergencia sanitaria, desastre
económico y alarma social en Cataluña, para centrarse en la tarea prioritaria
de preparar a conciencia un referéndum de autodeterminación, muy posiblemente
unilateral, que tendría lugar en la legislatura siguiente, también sigue
encallado porque Laura Borrás no ve claro qué papel va a tener ella en la
distribución de tareas del nuevo ejecutivo. Suena que podrían nombrarla
vicepresidenta segunda, válganos el cielo.