martes, 9 de febrero de 2021

ODIOS RETROALIMENTADOS

 


‘La vendedora de alcatraces’, de Diego Rivera 1941).

 

No ha sido ninguna rareza lo ocurrido en Vic. El acto electoral de Vox no iba de proselitismo, sino de reafirmación del odio; no se dirigía a la predicación a los infieles, sino a su abominación. La respuesta de los infieles fue el apedreo: odio visceral contra odio visceral; tanto monta, monta tanto. La batalla campal fue fructífera para ambas partes: los dos odios enfrentados se retroalimentaron. Ninguno de los dos ganó alguna porción de espacio, pero cada cual delimitó eficazmente su propio terreno; nadie pescó votos en caladero ajeno, pero ambas partes blindaron de forma eficaz el caladero propio.

Cada cual en su casa, y el odio en la de todos. En el oasis catalán que en tiempos fue un vergel, crece la cizaña, y las flores, los espléndidos alcatraces de los que presumíamos en tiempos, se marchitan.

Hay pocas esperanzas de una reconsideración global del tema catalán después del 14F. Las posturas están “sobredelimitadas”, y no se advierte ningún corrimiento de posiciones, aunque sí hay matices en uno y otro campo de fuerzas, que se benefician del estiramiento de la polarización. El tema Independencia / Unión sigue siendo el parteaguas, y dentro de cada ámbito cerrado se da una recomposición de opciones, aguijoneada por un elemento nuevo: el odio.

Waterloo capitaliza el odio del independentismo hacia todo lo que le es extraño, y su virulencia devora progresivamente el terreno de Esquerra, que hasta hace un mes parecía contar con una sólida ventaja. Los convergentes clásicos, es decir la pacífica burguesía de los negocios turbios, ya no puntúa.

Por el otro lado del tablero, se constata el desplazamiento muy previsible del voto que acumuló la hoy ausente Arrimadas, en la dirección del recién aparecido Illa, un candidato que a todas luces resulta mucho más creíble; pero la gran novedad es que el discurso del odio de Vox está ahogando al PP, a la burguesía “paralela” de los mismos negocios turbios.

En este panorama los Comuns intentan romper la polarización mediante la insistencia en las políticas sociales. Es un discurso sensato, pero tiene más futuro que presente. Mientras no se resuelva de forma clara la contradicción secundaria, “España” o “No España”, no habrá forma de embocar la autopista de los cambios estructurales. “Lo primero es antes”, significa también ese desafío. En el tema de las esencias no es prudente sacar de la galera del mago una floritura llamémosle “confederal”, nueva en esta plaza; y el discurso hamletiano de Pablo, equidistante entre el ser y el no ser de las patrias y de los sistemas, sí es conocido, pero no vende. Detrás de las bambalinas queda, en segundo plano y oscurecido, el discurso bien construido de los espléndidos alcatraces: la inversión pública, las energías limpias, las infraestructuras necesarias, la igualdad, el impulso a la cultura. Lástima.