Mar picada y nubarrones espesos sobre Poldemarx. Será que estamos en campaña electoral (foto, Carles Rodríguez)
Se estila en la
retransmisión de partidos de fútbol decir que determinado equipo necesita “meter
una marcha más” para desnivelar el marcador. Algo así está haciendo falta en la
actual campaña. Enric Juliana advierte, en La Vanguardia, de la necesidad de
plantear propuestas de reconstrucción industrial y de transición energética,
como sine qua non para recibir los
ansiados fondos europeos. Las opciones indepes no parecen interesadas en el tema;
la Cataluña inmemorial les bastaría (el flabiol y la tenora, el dulce remenar
de las cireras, el ramat vigilado por los gossos d’atura de la ANC y los CDR),
quizá porque creen en la máxima evangélica del “pedid y se os dará”, todo y
sabiendo que quien tiene la potestad de dar es justamente el Estado que les
oprime y del que quieren absolutamente prescindir.
Oigan, ¿les parece que
este es el buen momento, la “ventana de oportunidad” como dicen, para
prescindir del Estado?
En el campo de la
derecha, el tema se conjuga de manera distinta, pero con una resultante
parecida. La intención es hacerse como sea con el mango de la sartén. Macarena
Olona, de Vox, ha denunciado la postura de sus conmilitones del PP, que fueron de
visita a Bruselas con la intención de bloquear los fondos europeos para “este”
gobierno. El intríngulis sería entonces el siguiente: “Ninguna recuperación que
no pueda manejar yo a mi gusto” (Casado).
Hay dos
inconvenientes serios si el PP mantiene esa postura: primero, que no es probable
que Casado alcance la jefatura del gobierno pronto, y menos aún en el plazo de
seis meses, que es el borderline marcado;
segundo, que todos sabemos ya más o menos cuáles serían sus prioridades para
una recuperación de la economía. Por esa precisa razón se promovió en su
momento una moción de censura a don Mariano, a quien aprovecho para desear
desde aquí un feliz retiro de la dura gobernanza de la nación.
En cuanto a las dos
opciones coaligadas que tienen la responsabilidad del gobierno de progreso
actual en España, las dos necesitan con urgencia meter esa marcha más a la
campaña catalana. Cada una de ellas está siguiendo el tutorial de costumbre: se
critican a cara de perro la una a la otra para así tener más fuerza en número
de diputados, en el momento de negociar post
calendas.
Y se están
criticando mutuamente con bastante dureza, a lo que veo en la prensa canallesca
y en las redes sociales (canallescas también). Ya sé que todo lo que se dice
antes de urna, luego no cuenta, se trata de descalificaciones de baratillo, de
usar y tirar, pero óiganme, el electorado es impresionable, tanto gesto feroche
de guardarropía acaba por tener un efecto negativo, no ya en el voto a una u
otra opción en tanto que “voto útil”, sino en la decisión misma de acudir a las
urnas por parte de gente impresionable, que alega: “Si ellos mismos no se
entienden…”
Aclaro que tal cosa
no me ocurre a mí. Yo lamento que la Santa Junta Electoral haya marcado con un
anatema la bigamia de voto. Tengo el corazón partido y quisiera votar tanto a
Jéssica como a Salvador, media papeleta para cada uno, me encantan y tengo
grandes esperanzas en los dos. Me gustaría verles mejor avenidos, eso es todo, y
centrados en los temas que a mí me importan.
Cataluña y España y
Europa se necesitan mutuamente; socialistas y comunes se necesitan también.
Solo desde esta doble convicción, muy firme, muy interiorizada, será posible
meter esa marcha más que lleve a un resultado electoral no arrasador, en ningún
caso, pero sí suficiente para poder hacer con diligencia y sin nuevos
aplazamientos los deberes que siguen encima de la mesa después de diez años
perdidos.