La política de catenaccio, marcaje por zonas y bloqueo
al gobierno, que ha diseñado Pablo Casado, no acaba de salirle bien. Siempre
miró por el rabillo del ojo al contingente díscolo de Arrimadas, pero siempre
también creyó en el seguidismo a machamartillo de Vox, un grupo salido de sus
propias filas, nutrido desde sus propias fundaciones, amorosamente colocado en
la vía parlamentaria con el fin de encargarse del trabajo sucio y ser la correa
de transmisión de los sofisticados argumentarios elaborados en Génova.
Pues no. Ciudadanos
se mantuvo firme en la embestida por el control de los fondos europeos, la
satánica cohorte independentista se pronunció de forma inequívoca por el mismo
tenor con la idea de socavar las “antinaturales” expectativas electorales de
PSC + Comuns, y en esa brillante encerrona, en esa Sinigaglia destinada a dar
otra vuelta de tuerca, tal vez definitiva, a la asfixia de Sánchez, quien ha
fallado ha sido el socio más inesperado: Vox se ha abstenido.
Convengamos en una
de dos hipótesis: a) Sánchez tiene baraka;
b) Casado es el Pupas, si monta un circo le crecen los enanos.
Mientras, ha
empezado la campaña electoral catalana, con la incógnita todavía de cuál será
el día definitivo de las urnas.
Toda prudencia es
poca, pero todo retraso es imprudente también. Los expertos del cambio
climático alertan de que estamos a 100 segundos virtuales del fin del mundo. Cien
segundos virtuales dan seguramente para cierto recorrido, pero no conviene en
este trance dejar lo primero para luego; y salir del atasco de la política
catalana, entra sin duda en la categoría de “lo primero”.
Una vocecita
interior me insiste en que esta no va a ser aún ─seguramente─ la campaña electoral
del juicio final, y que aún avizoramos la llanura de Armagedón a cierta
distancia ─no mucha, la verdad─ del plató que ha organizado La Vanguardia para
que se expresaran todos los candidatos a president.
Sí. Bueno. Claro. Tal
vez.
Pero a cien segundos
virtuales de la foto finish, cada
cual habrá de menearse con agilidad si quiere evitar que se le queden los
meados en el vientre. Ha llegado la hora de ejercer el tan mentado “derecho a
decidir”, y quién sabe cuándo habrá otra ocasión, a cuatro años vista nadie es
capaz de profetizar en qué punto nos encontraremos ya de la pendiente por la
que vamos rodando entre acusaciones mutuas de traiciones, defecciones y
cobardías.
Entonces, conviene que
cada cual decida ahora si está con la dinámica del bloqueo o la del cambio; con
los del No al decreto de los fondos europeos, con los del Sí, o bien con
quienes se han abstenido, a lo mejor por causas peregrinas tales como la
represalia contra quienes finalmente no se atrevieron a borrar un mural
feminista en Madrid.