martes, 5 de enero de 2021

VALS EN TRES TIEMPOS EN TORNO A UN MILAGRO

 


Vittore Carpaccio, ‘Visión de San Agustín’, 1502 (Venecia, Scuola San Giorgio degli Schiavoni)

 

 

Primer tiempo, Andante.- Bessarion

Leído en el muro de facebook de Erika Bornay (4.1.2021).

«Los libros contienen las palabras de los sabios, los ejemplos de los antiguos, las costumbres, las leyes y la religión. Viven, discurren, hablan con nosotros, aleccionan y consuelan, hacen que nos sean presentes, poniéndonoslas ante los ojos, cosas remotísimas de nuestra memoria. Tan grande es su dignidad, su majestad y en definitiva su santidad, que si no existieran los libros seríamos todos rudos e ignorantes, sin ningún recuerdo del pasado, sin ningún ejemplo. No tendríamos ningún conocimiento de las cosas humanas y divinas; la misma urna que acoge los cuerpos, cancelaría también la memora de los hombres.» (Carta del cardenal Bessarion al Dux Cristoforo Moro acompañando el legado de su importante biblioteca a la ciudad de Venecia, 1468.)

 

Basilio Bessarion (Trebisonda 1403-Ravenna 1472) defendió como arzobispo de Nicea, en los concilios de Basilea, Ferrara y Florencia, la unión de las iglesias de Occidente y Oriente. Después del fracaso de la iniciativa, se quedó en Italia. Fue nombrado cardenal y arzobispo administrador de Pamplona por Eugenio IV, y a punto estuvo de suceder a este en el papado; le faltaron dos votos. Legó sus libros, más de 800 volúmenes, a la ciudad de Venecia, que los conserva en la Biblioteca Nacional Marciana, en un costado de la plaza de San Marcos, frente a la basílica.

 

Segundo tiempo, Allegro.- La Scuola de Carpaccio

De una carta a mi hermano Juan (23.9.2003):

«)Sabes que fuimos Carmen y yo tres veces, en tres viajes distintos a Venecia, a ver los Carpaccios de la Scuola de San Giorgio degli Schiavoni, la tercera de ellas en día y horario hábiles, sin que nos abrieran las puertas? Ese tercer día había una cena de no sé qué gremio, y nos quejamos al portero, un fraile. Mañana podrán entrar, dijo. Al día siguiente estábamos otra vez allí. Aquello fue un lujo inolvidable. Tengo en mi despacho la Visión de San Agustín, partida en dos; es que, como no tenían en ninguna parte la pintura entera, compramos dos reproducciones, la parte de la derecha con el santo y la parte de la izquierda con los libros y el perrito blanco mirando como si supiera lo que está sucediendo. Carmen me hizo un montaje sobre dos tablas. Y ese fulano va y saca la pintura en el libro.»

 

En septiembre de 2003 mi hermano estaba enfermo de un cáncer que había ido creciendo ignorado durante muchos años, pero del que, dada la gran fortaleza física que tenía, confiábamos aún en controlar las metástasis. Recluido en su casa de Sevilla, se distraía manteniendo con sus hermanos (José María, el pequeño, y yo, el mayor) una correspondencia electrónica diaria sobre toda clase de asuntos, desde la arquitectura (él era arquitecto) hasta el fútbol. Llevábamos hablando desde hacía días de un libro de Vikram Seth, “Una música constante”. En ese libro se habla muy incidentalmente de las pinturas de Carpaccio en la Scuola di San Giorgio. En una carta, Juan se extrañaba de haber visto reproducciones de la escena que aparece arriba como ‘San Jerónimo en su estudio’ y alternativamente como ‘Visión de San Agustín’.

 

Tercer tiempo, Tourbillon.- Seth, Bessarion, Carpaccio, H.I. Roberts, Pallucchini, San Agustín, la luz de San Jerónimo, un perrito y una comadreja.

Del mismo al mismo (5.10.2003)

«Ahora, como coletazo de nuestra correspondencia en torno a Seth y Carpaccio, me dispongo a tirarme un pegote monumental. Atiende.

La "Visione di Sant'Agostino" se llamó hasta hace nada "San Gerolamo nello studio", y así consta en el volumen de Skira que te dispones a saborear, y que fue impreso en 1958. La razón parecía evidente: la pintura formaba parte de un ciclo de pinturas dedicado a San Jerónimo. Ah, pero tan solo un año después de la publicación del libro, en 1959, H. I. Roberts publicaba una obra en la que sostenía que el santo pintado era San Agustín. El punto de partida era iconográfico: )por qué la imagen del santo no se correspondía en este fresco con la de los restantes en que aparecía? La respuesta tradicional había sido: porque aquí Carpaccio retrató al cardenal Bessarion, protector de la Scuola di San Giorgio (eso parece demostrado porque el sello del cardenal y las borlas aparecen en el suelo, a la derecha, entre los dos libros de música abiertos). )Pero por qué en esta escena Jerónimo sí es Bessarion, y en las otras no?, se dijo Roberts. Y sacó de la chistera su descubrimiento: Carpaccio utilizó una leyenda conocida en Venecia a partir de una biografía de San Jerónimo publicada en 1485. Dice la tal leyenda que San Agustín estaba escribiendo a su amigote San Jerónimo una carta, cuando su ventana se inundó de una luz sobrenatural y escuchó la voz de Jerónimo que le informaba de su propia muerte y su ascenso a los cielos. La tesis de Roberts fue aceptada generalmente a partir de un estudio de R. Pallucchini (I teleri del Carpaccio in San Giorgio degli Schiavoni, 1961): "Una luce violenta entra dalle finestre, illuminando intensamente l'ambiente e creando coni d'ombra sul pavimento. È la luce soprannaturale che accompagna il miracolo della voce di San Gerolamo che giunge a Sant'Agostino. Solo questa interpretazione permette di comprendere il movente di quel gesto a mezz' aria del Santo al suo tavolo di lavoro e nello stesso tempo di renderci conto dell'intensità della luce abbagliante, che dà all'ambiente un'evidenza quasi metafisica". O sea, Agustín se ha quedao pasmao porque "oye" la voz, y Jerónimo "está" de protagonista en la escena en forma de luz cegadora, aunque a bote pronto no nos hayamos dado cuenta. Bonito, )no?

Todos estos datos vienen en el "Carpaccio" de los Classici dell'Arte Rizzoli, en el que por si fuera poco hay también una reproducción del boceto del British Museum en el que en lugar del perrito aparece pintada una comadreja, como también dice Seth en su libro.»

 


El boceto con la comadreja.