domingo, 31 de enero de 2021

ECONOMÍA DE PUNTILLAS

 


El arco iris sobre Poldemarx, ayer tarde. Se nota que estamos en campaña electoral. (Foto, Carles Rodríguez)

 

Lleva razón mi vecino de blog al quejarse de que en esta campaña electoral la situación económica aparece poco, por no decir nada. La economía es un tema que los políticos suelen tratar con pinzas y entre algodones, tanto más por cuanto la situación económica en la que nos encontramos es horrorosa. La ciudadanía catalana tiende a pensar que de esas cosas ya se ocupará el Estado. El Estado es ese señor que vive en Madrid y atiende ─mal─ a todo aquello de lo que nosotros renunciamos a ocuparnos.

─ Oiga, ¿y por qué renunciamos a ocuparnos nosotros?

─ Por hache o por be, caballero, escuche y no interrumpa mi perorata, que se me van las ideas al cesto de los papeles.

El Estado, entonces, viene a ser como el mítico maestro armero de la mili, a quien hay que llevarle la queja cuando el paracaídas no se ha abierto o la granada de mano te ha estallado en las manos. Odiamos al maestro armero, estamos seguros de que nuestra vida mejoraría sensiblemente sin él, pero no podemos prescindir de su know-how. That is the question.

Los candidatos hablan poco de la parte de la economía que no consiste en las políticas sociales. Se da por supuesto que de eso se encargará el gobierno central. Pero estas no son unas elecciones al gobierno central, y es ilusión creer que la Generalitat no tiene atribuciones propias en política económica. Se debe hablar más acerca de la reconstrucción del tejido industrial, de inversiones preferentes y forma de financiarlas, de nuevas infraestructuras, de soluciones energéticas, del mercado de trabajo y el empleo decente.

De nada de todo ello ha hablado Laura Borrás, de Junts per Cat, pero sí ha hecho una afirmación económica “fuerte”. Aunque en su descargo hay que apuntar que muy probablemente no sabía de lo que hablaba.

Ha propuesto, así a bote pronto, expulsar al Estado de Cataluña. Lo suyo parece una de esas ideas luminosas que nos ofrecía semanalmente en el TBO el profesor Franz de Copenhague. Sobre el papel impreso en cuatricromía todo cuadraba, pero nadie estaba tan loco como para intentar llevar el invento a la vida real.

─ Oiga, y a las multinacionales ¿también quiere expulsarlas Laura Borrás de Cataluña?

─ No, caballero. Doña Laura ama a las multinacionales y ve en ellas nuestra tabla de salvación y nuestra perspectiva de futuro. No lo pregona a los cuatro vientos porque es discreta a más de buena moza, pero ya su padrino de bautizo, el señor Pujol Soley, don Jordi, difundió la atrevida metáfora de una Cataluña que sería pista de aterrizaje de las multinacionales. Las multinacionales obtienen grandes ganancias con sus enredados tejemanejes, y no tienen mayor inconveniente en cotizar un generoso 3% por lo bajini a los gobiernos amigos que les eximen del 30% del impuesto de sociedades. De modo que las cajas B de ambas entidades engordan, y todos contentos.

─ Todos, no.

─ Toca usted un punto delicado, caballero. El Estado está siempre ahí para lo que haga falta, en cualquier apuro lo público acude al rescate de lo privado, incluso de lo privado que tiene por costumbre defraudar a lo público evadiendo capitales a latitudes más benévolas. Pero las multinacionales no están siempre ahí, son aves migratorias, son, si me permite el símil poético, como las oscuras golondrinas: vienen y se van con una regularidad pasmosa, y aquellas que aprendieron nuestros nombres, esas no vuelven nunca. Planta nueva, plantilla nueva, línea de crédito preferente siempre, y cuando te quieres dar cuenta estás en la calle y has de empezar otra vez a buscarte la vida, o emigrar al Beluchistán, que es donde se han llevado la planta en la que trabajabas.

En conclusión, la economía es un asunto delicado, y en general los candidatos prefieren no hacer manifestaciones comprometedoras sobre el asunto, para que no les saquen luego los colores a la cara las hemerotecas.

Pero la levedad insoportable de las campañas que prescinden en sus discursos de los temas esenciales para la vida de las personas y de las cosas de comer, tiende a convertir el hecho electoral en un pase de modelos o en un concurso masterchef donde el vencedor es el que ha conseguido una presentación más aparente para el mismo pastel.