martes, 26 de enero de 2021

LA METAMORFOSIS

 


Que Sepharad visqui eternament

en l'ordre i en la pau, en el treball,

en la difícil i merescuda

llibertat.

Salvador ESPRIU, ‘La pell de brau’

 

Vaya por dios, no solo vamos a tener que jugarnos la vida yendo a votar en mitad de una pandemia horrorosa, sino que además se nos ha colado un intruso en el festejo.

Vivíamos felices sin ser conscientes de ninguna de las dos calamidades. La pandemia era un dato conocido y divulgado (me diréis tal vez, con razón), pero nadie le había dado mayor importancia con excepción de los conspiranoicos que acusan del invento a Amazon y Google que lo habrían lanzado al mercado para forrarse; a Bill Gates y George Soros, por la misma razón; a los chinos para asaltar el imperio americano; a las abortistas y los sodomitas, por provocar la justa ira de la divinidad; etcétera.

Ha habido cierto revuelo con el uso de la mascarilla, es o no es útil, algunas voces previenen en su contra después de desempolvar estudios remotos que afirman que el remedio es mucho peor que la enfermedad, y la mascarilla utilizada con reiteración puede provocar apneas, meningitis, impotencia y síndrome de muerte súbita.

Lo mismo ocurre con las vacunas, se ha señalado la existencia indudable de vacunados que han mutado en murciélagos, y otros que nada más recibir la segunda dosis se han desvanecido y las autoridades se han visto obligadas a esconderlos en refugios antiatómicos ocultos en inciertos lugares subterráneos que no figuran en los planos oficiales de las metrópolis alegres y confiadas.

Incluso los negacionistas de la pandemia consideran escandaloso celebrar elecciones en el trance de la pandemia, y en una fecha que ha sido rechazada con horror por los mismos que la habían fijado previamente. ¿A quién se le ocurre votar un 14 de febrero?, claman los mismos que tuvieron en su día esa ocurrencia precisa. Y se rasgan las vestiduras por la abominación que no han sabido conjurar debido a la ignorancia de cómo redactar de forma adecuada un decreto gubernativo, ni qué atribuciones tienen o dejan de tener las autoridades vicarias en el extraño vacío de poder que se ha creado en las estirpes condenadas a diez años de soledad sobre la tierra.

Y luego está lo del intruso, el aguafiestas, el Nicodemo que ha aparecido de pronto para encaramarse a la cucaña de los festejos y arramblar con el santo y la limosna, y si te he visto no me acuerdo.

Dicen que se trata de un tal Gregorio Samsa, y que de la noche a la mañana le han crecido alas y patas de insecto, antenas en el extremo de la frente, una capa quitinosa alrededor del cuerpo. En unas elecciones tensadas, pretensadas, retorcidas y polarizadas, él se ha alzado como el no va más de la polarización, el tótem y el tabú, el profanador del sancta sanctorum y el macho beta que viene de pronto a suceder y a emborronar al único y auténtico macho alfa al que todos debíamos reconocimiento y pleitesía.

Todos contra la fecha, todos contra el intruso, todos por unas urnas estratégicamente ubicadas en el espacio y en el tiempo de modo que todo siga del mismo modo que estaba, y ninguna opción pierda ninguno de los votos con los que contaba; al revés si es posible, que todas ellas ganen algún escaño más, como ocurre todos los días en los países altamente civilizados y en las asambleas que disponen de las mejores referencias.

Esto va mal.

Si posible fuera, y sé que es mucho pedir, yo preferiría votar en la fecha señalada por quien puede hacerlo, y de modo tal que Sepharad pueda vivir en el orden, en la paz, en el trabajo, y en la difícil y merecida libertad.

Amén.