Imagen del desalojo en Llinars
(fuente, Europa Press)
En sustancia, aquí no
ha pasado nada. El público internacional que suele embellecer año tras año la
platea del Musikverein de Viena, frustrado por la prohibición de aplaudir
rítmicamente los compases de la marcha de Radetzky (un cabrón con pintas, como
recordaba ayer el maestro Bulla en su muro de facebook), se echó al monte de Llinars y se montó
el aplauso de inicio de año por su cuenta. Desde Holanda (¡ay, la puritana
Holanda!), Francia, Italia y Alemania, acompañados por lo mejor de cada casa de
casa nuestra, montaron un fiestorro electrónico con ambigú gestionado por los
propios asistentes. Se rellenaron en las oficinas on line del Govern los impresos correspondientes para el preceptivo
DRAEC (Desvío Reglamentario de la Atención en Eventos Clandestinos, formulario
F777bis) y se abonaron religiosamente las tasas vigentes en los reglamentos ad
hoc (no tengo pruebas, lo reconozco, es solo una suposición desde la vieja
constatación de que aquí, pagando, Sant Pere canta), para que nadie les
molestara en su legítimo derecho a decidir por su cuenta. Los mossos, liderados
por el intrépido major TrapHero, quedaron
mano sobre mano, al hacérseles llegar desde la Conselleria de Interior la orden
terminante de no intervención hasta la llegada de protocolos solicitados a la
mayor urgencia. La fiesta había de durar cuarenta horas pero misericordiosamente
se acortó en cuatro. La Bóbila fue desalojada de forma pacífica cuando ya no
quedaba casi nadie dentro, por contingentes antidisturbios potentemente
equipados. Aquí paz y después gloria. Todos contentos, hemos vuelto a ser el
asombro de Europa. Se ha demostrado un alto grado de flexibilidad primero, y de
eficiencia después. A las instituciones no les ha temblado la mano, salvo
alguna cosilla entre Sanidad e Interior, que como es sabido corresponden a
obediencias distintas dentro de la sagrada comunidad de intereses.
La combinación de
flexibilidad y eficiencia es algo a lo que estamos ya acostumbrados en este
pequeño rincón, desde hace tiempo: todas las tardes se celebra en la Meridiana
el rave de los CDR, y es siempre el mismo
éxito.