Don Quijote en la cueva de Montesinos. Ilustración del 'Quijote' (1894).
Pablo Casado
entiende que los dineros que apronta la Unión Europea para reconstruir las
economías deterioradas por la pandemia, deben ser utilizados para poner Madrid en
estado de revista, después de las nevadas.
Vendría a ser lo
mismo que decorar con mimo el escaparate como remedio para reflotar un comercio
en suspensión de pagos. Pero se trata de una propuesta coherente con el teatro
del absurdo al que se dedica el líder del PP desde hace tiempo.
De paso, también es
coherente con la petición del alcaldillo Almedilla de declarar Madrid zona
catastrófica y recuperar de ese modo 1.400 millones de euros con los que
adecentar las aceras de la capital por las que las floristas vienen y van con
los nardos apoyados en la cadera.
O sea, a ver si lo
pillan ustedes: cuando asociamos Madrid y catástrofe no estamos haciendo
referencia a las cifras fuera de control de contagios y de muertes, ni a las
dificultades para sobrevivir del pequeño comercio y de la industria, ni por
pienso a la situación que están viviendo los vecinos de la Cañada Real. En todos
esos temas, cada palo habrá de aguantar su vela y que Dios reparta suerte. A lo
que se refieren Míster Married y Almedilla es a otra cosa muy distinta, a la
esencia sutil que envuelve a Madrid y a España bajo la misma bandera
kilométrica y cuajada de luces y efectos especiales.
Es tanta la
identificación que ambos líderes de la derecha hacen de Madrid con España y de
España con Madrid, que para ellos resulta meridiano que la parte de España que
no es Madrid es menos España, o lleva emborronada la Marca España; y en
consecuencia debe ser colocada en un renglón más bajo del listado de
prioridades.
Madrid da con
gallardía el paso al frente, y se ofrece para liderar la reconstrucción del país
bajo sus parámetros propios. No solo ha de ser el tajamar de las Españas ─y por
ese motivo reclama toda la financiación estatal disponible, ya que desafortunadamente
no cuenta con recursos propios y en las arcas municipales solo tiene un enorme
agujero de deuda─, sino que se propone además como tajamar de toda la Unión
Europea, que ya está tardando en entregar los recursos necesarios para la mayor
pompa y boato del milagro madrileño/español.
Con estas cosas que
digo, y las que guardo en silencio, circula entre Alcalá y Recoletos la extraña
pareja, a piñón fijo y con los nardos prendidos de la cadera. Son un mal remedo
de Don Quijote y Sancho maravillados por las riquezas asombrosas que se guardan
en la Cueva cuya entrada solo ellos conocen, y que ya no es la de Montesinos
sino la de Monipodio.