viernes, 8 de enero de 2021

CUERNOS SIMBÓLICOS Y BANDERAS PINTADAS EN LA CARA

 


Monumento a la Constitución de 1978, en Madrid. 

 

Me llega al móvil un tuit mañanero según el cual, vistos los últimos acontecimientos en México dicen que bueno, sí, están dispuestos a costear ellos el muro de separación con los USA.

Me dirán ustedes que esa noticia no es cierta al cien por cien. Lo admito. Y sin embargo, queda en pie la incógnita de qué estaba haciendo un búfalo pintarrajeado y tatuado en un Capitolio como este.

Se abre paso, al parecer, la idea de descalificar rápidamente a Donald Trump por incapacidad (es un enfermo psicótico), habida cuenta de lo que puede intentar aún en los próximos quince días. La idea es tan buena que alguien debería explicar por qué no se tomó antes.

Lo mismo ocurre con Isabel Díaz Ayuso, salvadas las distancias. Su conducta es tan insensata y tan errática que, dentro de algún tiempo, algún estudiante de Ciencias Políticas se planteará en alguna tesis de doctorado la pregunta del millón: ¿tan huérfana está nuestra democracia, que carece de medios constitucionales adecuados para atajar derrumbes peligrosos del nivel de gobernanza mínimamente exigible?

La prensa estadounidense ─que, al revés de la nuestra, sí practica el periodismo de investigación─ está analizando la insólita facilidad con la que los chusmillas tomaron por asalto el templo de la democracia yanqui. La guardia nacional hizo la estatua, y el Pentágono se negó a intervenir sin un mandato presidencial, sin recapacitar en que el presidente era justamente el problema.

Resulta característico ese modo de enredarse en los procedimientos para laisser faire, laisser passer en los casos que se estiman compatibles con un poder hacia el que se exhibe un respeto reverencial, y en cambio asumir iniciativas drásticas en otros casos que molestan visiblemente a ese poder más fáctico que legal (Black Lives Matter en USA, llegada de migrantes o protestas laborales aquí).

Los asaltantes de Washington creían estar defendiendo la Constitución, ha dicho Lorenzo Milá. Pero la asaltante muerta por el disparo de un funcionario había venido desde San Diego, California, a defender la Constitución rompiendo puertas, ¿cómo se explica algo así?

Y solo hubo un disparo solitario por parte de un defensor del Capitolio, al que seguramente se exigirán responsabilidades. No era un policía ni un miembro de la guardia nacional; no estaba adiestrado para hacer frente a contingencias imprevistas.

No sé si Milá ha estudiado los vídeos de los destrozos en el mobiliario  del Capitolio y el despacho arrasado de Nancy Pelosi. El modo que tuvieron los chusmillas de defender su Constitución parece ser el mismo de nuestros altos mandos militares retirados: “duro y a la cabeza”. Idealizan una Constitución de garrote y tentetieso, puesta al servicio de ellos mismos y en contra de quienes no son ellos.

Isabel Díaz Ayuso está viviendo también en un aura de inmunidad parecida a la de Trump. La bombardean con memes, sí, pero la Fiscalía sigue sin tomar cartas en el asunto, don Carlos Lesmes sigue dando pases en redondo con la vista clavada en el tendido del 3, y los abueletes de la cantina de oficiales la eximen de buen grado del fusilamiento masivo y justiciero que según su idea de las cosas nos devolvería una España prístina.

Todos ellos llevan simbólicos cuernos de toro bravo y banderas de España pintadas en la cara. Todos ellos defienden un “constitucionalismo” sui generis que no respeta el poder efectivamente constitucional y constituido.