Me llega al móvil
un tuit mañanero según el cual, vistos los últimos acontecimientos en México dicen
que bueno, sí, están dispuestos a costear ellos el muro de separación con los
USA.
Me dirán ustedes
que esa noticia no es cierta al cien por cien. Lo admito. Y sin embargo, queda
en pie la incógnita de qué estaba haciendo un búfalo pintarrajeado y tatuado en
un Capitolio como este.
Se abre paso, al
parecer, la idea de descalificar rápidamente a Donald Trump por incapacidad (es
un enfermo psicótico), habida cuenta de lo que puede intentar aún en los
próximos quince días. La idea es tan buena que alguien debería explicar por qué
no se tomó antes.
Lo mismo ocurre con
Isabel Díaz Ayuso, salvadas las distancias. Su conducta es tan insensata y tan
errática que, dentro de algún tiempo, algún estudiante de Ciencias Políticas se
planteará en alguna tesis de doctorado la pregunta del millón: ¿tan huérfana
está nuestra democracia, que carece de medios constitucionales adecuados para
atajar derrumbes peligrosos del nivel de gobernanza mínimamente exigible?
La prensa
estadounidense ─que, al revés de la nuestra, sí practica el periodismo de
investigación─ está analizando la insólita facilidad con la que los chusmillas
tomaron por asalto el templo de la democracia yanqui. La guardia nacional hizo
la estatua, y el Pentágono se negó a intervenir sin un mandato presidencial,
sin recapacitar en que el presidente era justamente el problema.
Resulta
característico ese modo de enredarse en los procedimientos para laisser faire, laisser passer en los casos que se estiman compatibles con un poder
hacia el que se exhibe un respeto reverencial, y en cambio asumir iniciativas
drásticas en otros casos que molestan visiblemente a ese poder más fáctico que
legal (Black Lives Matter en USA, llegada de migrantes o protestas laborales
aquí).
Los asaltantes de
Washington creían estar defendiendo la Constitución, ha dicho Lorenzo Milá. Pero
la asaltante muerta por el disparo de un funcionario había venido desde San
Diego, California, a defender la Constitución rompiendo puertas, ¿cómo se
explica algo así?
Y solo hubo un
disparo solitario por parte de un defensor del Capitolio, al que seguramente se
exigirán responsabilidades. No era un policía ni un miembro de la guardia
nacional; no estaba adiestrado para hacer frente a contingencias imprevistas.
No sé si Milá ha estudiado
los vídeos de los destrozos en el mobiliario del Capitolio y el despacho arrasado de Nancy
Pelosi. El modo que tuvieron los chusmillas de defender su Constitución parece ser
el mismo de nuestros altos mandos militares retirados: “duro y a la cabeza”. Idealizan
una Constitución de garrote y tentetieso, puesta al servicio de ellos mismos y en
contra de quienes no son ellos.
Isabel Díaz Ayuso está
viviendo también en un aura de inmunidad parecida a la de Trump. La bombardean
con memes, sí, pero la Fiscalía sigue sin tomar cartas en el asunto, don Carlos
Lesmes sigue dando pases en redondo con la vista clavada en el tendido del 3, y
los abueletes de la cantina de oficiales la eximen de buen grado del
fusilamiento masivo y justiciero que según su idea de las cosas nos devolvería
una España prístina.
Todos ellos llevan
simbólicos cuernos de toro bravo y banderas de España pintadas en la cara. Todos
ellos defienden un “constitucionalismo” sui generis que no respeta el poder efectivamente
constitucional y constituido.