El Doctor Pangloss explica a
Cándido la sublime armonía del mundo. Ilustración del ‘Cándido’ de Voltaire.
Se pone mucho el
acento en la vuelta a la normalidad, como si la normalidad fuese a liquidar los
problemas y disolver las contradicciones presentes; pero no es así. La
emergencia que ha sobrevenido de forma inesperada, la pandemia global, ha modificado
nuestro punto de vista sobre el conjunto, afilado las perspectivas e invertido
las prioridades. De modo que, contradiciendo a don Venancio Sacristán, precisamente
lo “último”, la emergencia recién aparecida, ha pasado obligadamente “antes”
que los eternos deberes por hacer. Como nos decían en los cursillos de marxismo
de mi primera militancia, la contradicción secundaria se ha colocado bonitamente
y sin ser convocada por delante de la contradicción principal.
La vuelta trabajosa
a la normalidad va a recolocar sobre la mesa los problemas que ya veníamos
arrastrando, más la necesidad de prevenir de forma adecuada (es decir, mediante
una sanidad pública, universal y gratuita mucho más robusta) posteriores
rebrotes y mutaciones malignas de un virus persistente y difícil de erradicar. Las vergonzosas cifras de inversión en I + D señalan un agujero tenebroso en los cálculos del país para el futuro. Muerto el perro no se acabó la rabia, esas son ilusiones de gente educada en la
firme creencia de que después de la tempestad viene la calma, y con la calma nos
son devueltas todas las bendiciones del cielo.
Una vez sentado el
principio antedicho, me apresuro a saludar con entusiasmo la propuesta de
Isidor Boix, que me llega esta misma mañana, de trabajar políticamente no solo desde
el optimismo de la voluntad, cosa que siempre hemos tenido por costumbre, sino
además, y contradiciendo a nuestros clásicos, también desde el optimismo de la
inteligencia.
Tal como lo formula
Isidor (1), hay buenos motivos para atacar los problemas de la pobreza, la
precariedad y la desigualdad con el ánimo decidido que se expresa en el eslogan
«Sí se puede». Entonces, la resignación no es de rigor. Como lo dejó escrito
Bertolt Brecht, nosotros no predicamos la conformidad, sino el inconformismo;
no la paciencia, sino la impaciencia.
El optimismo de la
inteligencia no consiste en creer en la existencia de soluciones milagrosas. Es
un pensamiento optimista mucho más complejo, que supone evaluar de forma
adecuada los problemas, prever las posibles soluciones, considerar con atención
los distintos escenarios posibles, incluidos los más desfavorables, y poner a
punto una estrategia eficaz para afrontarlos.
En cualquier caso, el
optimismo de la inteligencia no se parece en lo más mínimo a la creencia del
Doctor Pangloss de que vivimos en el mejor de los mundos posibles; sino a la
conciencia firme de que los numerosos problemas que afrontamos tienen
soluciones que no quedan fuera de nuestro alcance.
(1) https://isidorboix.wordpress.com/.../por-el-optimismo-de.../