Fieras devorándose mutuamente, relieve
bizantino, Atenas.
En la parábola
evangélica de los talentos, el siervo que había recibido tan solo uno del señor
que había de estar ausente por un tiempo, lo enterraba en el suelo para estar
seguro de no perderlo. Resultó, en cambio, la manera más segura de perderlo: el
señor, a su vuelta, montó en cólera, se echó a la faltriquera el talento desenterrado
y arrojó al siervo a las tinieblas exteriores, fueran estas lo que fueren.
No soy un fan del
evangelista Mateo, pero la actitud que describe es asimilable a la de las diferentes
opciones políticas catalanas que han acordado retirar las urnas sine die por
miedo a perder cada cual lo que ahora tiene.
Se atesoran los
votos de antaño como si fueran amuletos contra el mal de ojo, mientras el mal
de ojo se ceba una y otra vez en las flaquezas de una Cataluña que a saber
cuándo tornarà a ser rica i plena. No
hay trazas por ninguna parte de que tal cosa pueda ocurrir, no habrá “brotes
verdes” si primero no se ponen las urnas, se pasa página de la pesadilla y el
marasmo, se renuevan los mandatos caducados (sí, también el del Síndic de
Greuges) y se emprende la marcha hacia alguna de tantas Ítacas posibles, al
alcance después de solo unos días de navegación si el timón se tiene firme y el
trayecto queda estipulado con claridad entre los navegantes.
Oigan, la porción
de voto que atesora cada cual no tiene ya ningún valor en este momento; tenía
fecha de caducidad, y está ya sobrepasada. Quienes echan pestes de la política
habrán de considerar ahora los males de la ausencia de política, el vacío
sobrecogedor que se está adueñando de las instituciones mientras nos rondan como
buitres los escuadristas de dos facciones teóricamente enfrentadas pero
idénticas a sí mismas, los CDR de la Meridiana y los fachas de Pallejà.
La degradación continúa
sin descanso, alargar los plazos y paralizar el calendario después de “salvar”
las navidades y mientras se van abriendo las pistas de esquí y los comercios,
no arregla nada. No habrá presupuestos para este año, los millones de Europa no
llegarán, Cataluña quedará marginada en ese lugar incierto que Mateo describía
como “tinieblas exteriores”, y allí, como quedó escrito en su evangelio, «será
el llanto y el crujir de dientes».
Espabilen, si no es
mucho pedir. Echarnos la culpa a quienes hemos votado, votamos y votaremos un
No a la independencia unilateral, no va a arreglar nada. Cocerse en el caldo propio
será siempre una alternativa peor.