8 de Marzo de 2019. Barcelona.
La calle tomada por la marea feminista. Una imagen que sigue presente en
nuestra retina.
Prohibidas sin
recurso posible las manifestaciones del 8 de Marzo, porque los jueces han atendido
a los argumentos de quienes sostienen que ellas son la causa de los males
pandémicos que nos aquejan, en tanto que el botellón, por el contrario, es una
tradición muy nuestra, saludable, inscrita en la dieta mediterránea que es patrimonio
de la humanidad, y en consecuencia sin ninguna contraindicación así legal como
eclesiástica.
Déjà-vu.
Joan Laporta ha
ganado las elecciones a la presidencia del Barça con más del cincuenta por
ciento de los votos de los socios. Todos sabemos cómo acabó su primer mandato;
todos podemos predecir cómo acabará también el segundo.
Déjà-vu.
Esquerra
Republicana y Junts están ultimando los flecos de una negociación en el pati dels tarongers que flanquea la
torre del Homenaje de la fortaleza de Sant Jaume, para asumir juntos un nuevo govern de la Generalitat, que vendrá a ser
un remake, un calco conforme del anterior. Para
ese viaje a ninguna parte no hacían falta alforjas. Sabemos, en efecto, con la exactitud
científica que se almacena día a día en las hemerotecas, cómo acabó el govern anterior, y no hay noticia de
ningún mecanismo nuevo que permita superar o soslayar las contradicciones existentes
entre la Ambición Gorda (Junqueras) y la Ambición Flequillo (Puigdemont),
representados ambos en la refriega o juicio de dios por sus adláteres o
monaguillos Aragonés y Borrás, respectivamente. El autismo de que está haciendo
gala la dupla en una situación de emergencia económica y de grave apuro social,
ha conseguido poner en su contra no ya a las organizaciones de los trabajadores
─léase sindicatos─, sino también al empresariado de Foment, que está poniendo
el grito en el cielo al ver que el governet
da con ostentación obstinada la espalda a la inversión, y su único objetivo
presumible es reeditar una DUI, previo nuevo referéndum sin garantías ni
reconocimiento internacional, que nos conduzcan derechamente a un nuevo
callejón sin salida.
Tornarem a fer-ho.
Déjà-vu.
El país está como
unos zorros, pero no es eso lo peor. Lo peor es la persistencia del bloque
falsamente mayoritario en mirar obstinadamente hacia atrás, al año 1000 por lo
menos. No se nos ofrece más futuro que nuevas luminarias de contenedores de
basura en la fiebre de los sábados noche.