Involtini de berenjenas. (Fuente,
Petitchef)
En la Rocca de
Corleone se reunieron en fecha indeterminada Don Carlo Piudelmonti, heredero de
una larga saga de padrinos benévolos, y Donna Laura Borrassi, la no tan joven mezzosoprano
meritoria recién ascendida a la primera línea de la jerarquía.
Hablaron un poco de
todo, mientras los sirvientes les traían profusas bandejas de antipasti, que
Piudelmonti daba a probar con aire distraído a su adorable pareja de perritos
mascota antes de catarlos él mismo entre sorbito y sorbito a una flauta de
prosecco. Nunca puede uno estar del todo seguro sobre quién se infiltra en las
cocinas.
La conversación se iba
deshilachando, de un tópico a otro. Ambos comensales se expresaban, por
supuesto, en un dialecto calabrés muy puro, que intentaré traducir para ustedes
de forma aproximada. En algún momento se trató al desgaire de un tema
secundario, pero fastidioso: a quién pondrían de presidente interino de la Sacrosanta
República Virtual de Corleone In Péctore.
─ Déjalo de mi
cuenta, Carlo ─ susurró la Borrassi después de saborear unas hilachas de
carpaccio de carne de buey marinada en salsa de mostaza ─. Tengo dos
candidatos, me lo pienso de aquí al viernes.
─ Con Illa no
quiero saber nada.
La virginal Donna Laura
se ruborizó hasta la raíz de la melena.
─ Por supuesto. ¿Con
Illa yo, en público? Jamás, sería indecente.
─ Pero ese chico
nuevo de los Orioli está aún muy verde…
─ Le estoy dando un
cepillado a conciencia.
─ Tivitré debe
quedar en todo caso para uno de los nuestros.
─ Ahí le duele. Los
Orioli tienen que entender que es el Governo o bien Tivitré; las dos cosas a la
vez, no. Sería más fácil hacérselo entender si hubiéramos ganado nosotros las
elecciones.
La mirada de
Piudelmonti, fija hasta ese momento en la bandeja de involtini de berenjenas al
ragú, osciló rápidamente para encontrar los ojos de su invitada. Sin poder
ocultar su sorpresa, preguntó:
─ Ah, pero ¿no
hemos ganado nosotros las elecciones?