El
portacontenedores gigante Ever Given,
de la compañía naviera Evergreen, quedó atravesado durante seis días en el
canal de Suez como el perro del hortelano, que ni comía ni dejaba comer, y en
el trance oscureció durante algunos telediarios la pandemia, y llegó a postularse
como la nueva “catástrofe del siglo” para el pasado fin de semana. De inmediato
se hicieron cálculos escasamente ponderados sobre los chorrocientos miles de
millones perdidos en el percance, dado que Suez es uno de los cuellos de
botella ineludibles en el tráfico marítimo intercontinental; y se aseveró por
casi unanimidad que el suceso suponía un golpe de muerte para el comercio
mundial.
Hoy lunes, una vez reflotado
el tremendo armatoste y comprobado que, siguiendo la proposición del filósofo
Heráclito de Éfeso, panta rei, todo
fluye, observo que fluyen también y desaparecen de las páginas de la prensa solvente
y de las cadenas televisivas las alertas sobre el gravísimo descalabro, y no aparece
nadie que se manifieste dispuesto a plantear modificaciones alternativas a la base
estructural de la distribución comercial mundial “just in time”, que pivota en gran medida sobre los
portacontenedores gigantes por mar, y los trailers gigantes por carretera.
Recuerdo que el
caso Prestige planteó en términos muy crudos (excusen el juego de palabras) el
problema de los superpetroleros. Antes, Chernóbil había puesto en cuestión las
formas más bestias de producción del volumen de energía necesario en el actual escalón
tecnológico planetario. Ahora el Ever Given viene a sumarse a los nombres anteriores
para despertar de forma efímera la conciencia de las gentes ante desastres reiteradamente
anunciados. De forma efímera, digo, porque las modificaciones del statu quo son
mucho más laboriosas. Se establecen moratorias para las nucleares después de su
fecha oficial de caducidad, el suministro y consumo de petróleo se sigue
considerando imprescindible para la economía, y en El País de hoy mismo se da
cuenta en la sección de Ciencia y Tecnología de un (sospechoso) estudio de Nature energy (¿quiénes son esos?) en el
sentido de que, cito el titular, «los paneles solares generarán 80 millones de
toneladas de residuos en tres décadas».
A contracorriente
de ese mainstream dispuesto a darlo
todo por bueno siempre que cree puestos de trabajo indecente y no ponga trabas al flujo
heracliteano de los capitales globales, me resulta enormemente gratificante
leer en elDiario.es un artículo del amigo y catedrático de Geografía Humana
Juan Romero, sobre el proyecto de crear en Valencia un gran puerto de portacontenedores,
conectado a un gran espacio para terminales de trailers. Lo tienen aquí: https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/opinion/ampliacion-puerto-valencia-hay-alternativa_129_7354515.html