miércoles, 10 de marzo de 2021

GOOD MORNING, VIETNAM

 


Las opciones independentistas siguen en sus laboriosos trabajos para formar un gobierno que nadie les ha pedido. Joan Tardà, el prominente botifler de Esquerra, ha comentado que un nuevo Govern de su formación con Junts sería un fracaso y “un Vietnam diario”. Se trata de una imagen potente, que puede entenderse de distintas formas. Yo lo entiendo en el sentido de que el territorio de Esquerra sería bombardeado con napalm todos los días. Y con defoliante. No es que no crecerían brotes verdes, es que el resultado sería pura y simplemente “tierra quemada” y punto.

El territorio de Esquerra es, de alguna forma, también el nuestro. Estamos en la misma Cataluña. Y en mi opinión, Tardà no exagera ni un pelín.

Nos llegan noticias de que los Junts estarían dispuestos a dejar a la CUP la presidencia del Parlament solo en el caso de tener a cambio el control absoluto de TV3 y los restantes medios públicos de comunicación de la Generalitat. Dicho de forma solo un poquito más cruda, el aparato de propaganda. Recuerden a Goebbels. El govern quedaría nominalmente en manos del joven Aragonés, sin el menor margen de maniobra. Las baterías mediáticas estarían apuntadas en su dirección. A una señal, harían fuego de barrera. Junts se vería en la posición privilegiada de tener el control sin el desgaste de gobernar, un momio político al que la CUP ya ha llegado por sus propios medios desde hace años y que viene siendo premiado reiteradamente con la fidelidad del voto de sus incondicionales, las nuevas y prometedoras levas de las familias de casa bien.

Cabe la posibilidad de que algún ingenuo se pregunte para qué todo ese constructo. ¿Se quiere la independencia real? No lo parece. ¿Se desea la salida de la cárcel de los políticos presos? No hay en ninguna parte signos de tal cosa, incluso uno de los Jordis ha sentenciado que nosotros los catalanes, en la larga travesía del desierto que nos espera, hemos de estar dispuestos a enviar a nuestros hijos a vivir en las cárceles españolas. Quizá para los más seniors, como yo, se incluyan en el cupo también los nietos. Pues qué bien.

La peculiar democracia catalana contrasta vivamente con la falta de democracia en Europa, donde solo la ultraderecha y alguna izquierda despistada apoyaron la inmunidad por la cara del Gran Timonel; y con la patente falta de democracia de España, que llega a los extremos de exigir que se respeten las leyes y no se asalte, al abordaje y con el sable entre los dientes, la Constitución vigente.

La conclusión de tanto desatino es la que Tardà nos ha explicado con una imagen clarividente: esto va a ser otro Vietnam.

Ya lo está siendo.