“Volverán las perladas
tortolicas en tu terraza sus arrullos a piar.” (Foto, Carles Rodríguez
Martorell)
Prueba inequívoca
de que la vida sigue y la primavera está a tocar, las tórtolas han vuelto a
Poldemarx. La vida es eso que va pasando mientras nosotros estamos ocupados en
otra cosa, dijo John Lennon. Antes de ayer tuvimos visita del rey y el
presidente del Gobierno, si bien el Govern catalán prefirió ignorar el dato.
Ayer tuvimos sarao en el Eixample, con insólitos besalamanos entre
manifestantes y mossos, que vienen a demostrar que la revuelta “espontánea”
está atada y bien atada. Mañana, las Dones celebrarán su día reivindicativo,
sin que sepamos todavía muy bien hasta qué punto estamos autorizados a
participar quienes siempre deseamos participar en tales jornadas. Se hará
finalmente tanto como se pueda, según norma consuetudinaria.
Y justo en medio,
hoy sin ir más lejos, Carmen y yo celebramos nuestros primeros cincuenta y un años
de casados. Créanlo, ninguno de los dos esperaba llegar tan lejos, pasa solo
que todo ha venido rodado.
Ha sido sin la menor duda cosa del azar y la necesidad, según rezaba el título de un libro de Jacques Monod de 1970, que yo por lo demás fui incapaz de leer.
El azar nos
puso cerca, Carmen era amiga de mi hermana Tere; yo era en esa amistad un poco
el “vetealamierda”, calificativo que me fue aplicado en varias ocasiones.
De la necesidad, no
voy a hablar en esta bitácora. Todo el mundo lo entiende sin necesidad de
preámbulos.
Cuando anunciamos
en familia nuestra querencia mutua, fue opinión general que la cosa no duraría:
éramos demasiado diferentes.
Debo decir que una
opinión tan unánime fue un alivio para nosotros dos: Ah bueno, nos dijimos. La
cosa no será para tanto.
Luego la vida ha
ido pasando, y aquí seguimos, como dos pasmarotes, como dos tortolicas que se arrullan
en una terraza al aire libre. Habrase visto ridiculez.
Bueno, el partido
está ya en la segunda parte de la prórroga y sigue empatado. Esperemos que no
sea necesario llegar a los penaltis.