En lo más alto de la escalinata
de San Luis, que une los dos niveles del castillo de Peyrepertuse, mal llamado
cátaro, en el sur de Francia. Años noventa.
… que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Leo en la prensa
del día que nuestro ex vicepresidente favorito ha empezado su campaña electoral
por la presidencia de la CAM con una declaración de principios sobre la rebaja
de los alquileres, a la intención del gobierno Sánchez del que acaba de
descolgarse para sentirse más cómodo.
Don Venancio
Sacristán habría arqueado una ceja interrogativa. ¿Es esa una aplicación del
principio de que “lo primero es antes”? ¿Es una forma de promover la unidad del
frente antifascista ante el peligro de involución duradera que representa un
gobierno de centro-ultra-derecha en Madrid? ¿Cuál es la estrategia implícita en
ese movimiento pro-rebajas de alquileres, y cuál la táctica?
Iglesias habría
sido tal vez más prudente ateniéndose al consejo de Don Quijote al trujimán, y
siguiendo con su canto llano, sin meterse en contrapuntos “que se suelen
quebrar de sotiles”. El mensaje al electorado habría ganado en claridad:
derribar un gobierno ultraliberal que se adorna con ribetes de fascista es un
objetivo sin duda prioritario respecto del tema del coste del alquiler. Cierto
que quienes padecen alquileres elevados agradecerán el guiño del candidato y lo
mismo se deciden a votarlo, pero lo mismo no. Quizás convendría un enfoque algo
distinto, más dirigido hacia el rechazo de quienes negocian con fondos buitre,
para dejar situado el tema de los arrendamientos urbanos en una perspectiva de
cambio más global, y en una administración más racional de los esfuerzos.
Me atrevería a
decir incluso que el tema de los alquileres, con toda su innegable crudeza, viene
a ser, por así decirlo, la guinda del pavo en la agenda política del momento. O
la mantequilla.
Me explico respecto
de la mantequilla. En “Tres hombres en
una barca”, obra de Jerome K. Jerome que debería ser de lectura recomendada
en todas las escuelas del país (de paso, los escolares reirían más y serían más
felices), uno de los tres amigos que preparan una excursión en bote de remos
por el Támesis aparta con decisión a los otros dos, que en sus esfuerzos por empaquetar
prendas de vestir y víveres, se estaban estorbando continuamente el uno al
otro. “¡Basta! ¡Dejadme a mí, inútiles!” Casi lo siguiente que hace es sentarse
encima del paquete de la mantequilla colocado transitoriamente sobre una silla. El autor del
libro sostiene que no fue en absoluto un accidente, sino que lo hizo a propósito,
solo para demostrar de lo que era capaz.