Es más gratificante
anunciar victorias futuras (lendemains
qui chantent), que reflexionar sobre los reveses. Incluso cuando se trata
de reveses menores. (Ah, ¿pero hay reveses menores?) Mi amigo Maxi Antequera es
ejemplar en la permanente actitud vigilante sobre nuestra propia praxis. De vez
en cuando me escribe en FB, sobre algún problema candente: “PACO, sobre esto tenemos que analizar y debatir mucho.” Cuánta
razón tienes, Maxi.
La moción de
censura en Murcia ha decaído, por 21 votos a favor, 23 en contra, y una
abstención. Hubo (me cuesta hasta escribirlo) un intento in extremis de sumar a la censura los votos de tres expulsados de
Vox; intento que ha sido neutralizado mediante diversas contraofertas, incluida
la consejería de Educación para una persona que no ha pasado en su currículo académico
de la EGB. Bien. Ya se sabe dónde suele estar colocada la Educación en unos
presupuestos de la derecha: había que adjudicar en la rifa una “maría”, una
consejería de relleno con pocos recursos y no muchas oportunidades de
enriquecimiento, y se ha encontrado a la persona idónea.
Pablo Casado,
presente en el hemiciclo para demostrar su “amor” a las tierras murcianas, ha
aprovechado para sacar pecho: “Hoy
empieza la reunificación del centro-derecha en torno al PP.” López Miras ha
sido menos concreto y más declamatorio: “Hoy
gana la libertad.” Los dos han lanzado al “sanchismo” una advertencia
curiosa: “No todo vale en política.”
No son afirmaciones
para hacer burlas sobre ellas. Son casamatas, puntos nodales de resistencia en
una guerra larga de desgaste y de posiciones. La búsqueda de atajos, emboscadas
y golpes sorpresa puede acabar así de mal, en una región caracterizada desde
las postrimerías del siglo XIX por el arraigo del cacicato, una infraestructura
ideológica muy anterior al franquismo o a los fascismos del XX.
Vox ha pedido la
convocatoria inmediata de elecciones para dar “estabilidad” a la región. El
rebufo ultra podría ser considerable, después de un intento de maniobra de
ingeniería política fallido por la razón última de que se contaron solo los
números, y no a las personas de los parlamentarios; y porque se previó una
acción, sin tener suficientemente en cuenta las posibilidades de reacción.
No es agradable
analizar los fallos propios, tiene mucho más predicamento insistir en la
desvergüenza, la falta de escrúpulos y el transfuguismo de la segunda parte
contratante.
Pero eso era cosa
sabida de antes. Y en cambio se lanzó la operación “como si” la desvergüenza,
la falta de escrúpulos y el transfuguismo no fueran precisamente las
características definitorias de las personas con las que se quería contar en
firme para una “regeneración” democrática en las instituciones de gobierno de
la región, que es tanto como decir la torre del homenaje.
Debajo de la torre
está el foso de los cocodrilos.
Vale la pena analizar
todo lo sucedido, en un momento en el que se emprenden nuevas ofensivas en la
línea del frente. En Murcia se ha jugado al cadornismo, y quienes han salido
perdiendo han sido los/las murcianos/as. Las cosas no han quedado igual que
estaban antes, las posibilidades de un cambio se han esfumado para mucho
tiempo, y el desánimo es contagioso.
Todas las
reflexiones anteriores podrían ser útiles, o no, en la batalla pendiente en
Madrid, que ya no requiere una mayoría en el recinto del parlamento, sino un
corrimiento en el voto popular. Palabras mayores.
Se piensa en una blitzkrieg, una guerra relámpago que
lleve en volandas a las fuerzas plurales de las izquierdas al sorpasso. La empresa es difícil, y el
tiempo, muy corto.
¿Qué pasará, a fin
de cuentas? No me pregunten a mí; si quieren el consejo de un experto,
consulten a Maxi Antequera. Maxi las ha visto de todos los colores, y tiene un
olfato muy fino para detectar posibilidades ventajosas en estas coyunturas
difíciles. Arriba le tienen junto a Julio Anguita. Maxi es el que está en
primer plano. El que aparece a la derecha de Anguita, es Pere Portabella.