Mónica García, cabeza de lista
de Más Madrid en las elecciones a la CAM.
La batalla de
Madrid se librará en orden disperso. Leo varios cálculos aritméticos que
insisten en la casi proporcionalidad del voto, para concluir que la cuestión no
tiene mayor importancia.
Sí la tiene.
Cada opción pedirá
el voto para los suyos, y no, en cambio, para un proyecto común. Ese elemento imponderable
resta fuerza y decisión a un espacio político tangible que se desea visualizar,
pero que se desdibuja debido a la inexistencia de un proyecto ganador que
arrope al conjunto.
Puede que finalmente
las tres partes implicadas acuerden un pacto de no agresión mutua, y puede que
las tres tengan números suficientes para sumar, pero haría falta algo más: la
seguridad para el electorado de que hay un camino largo por recorrer juntos y
que determinadas broncas han terminado ya para siempre.
Posiblemente la
manera de irrumpir Pablo Iglesias en la refriega ha sido intempestiva y
maleducada con los socios a quienes pedía candidatura unitaria, e incluso
primarias. Esas cosas deben hablarse y pactarse antes de hacerlas públicas.
La respuesta de
Mónica García ha sido desabrida y desalentadora. De modo que hasta el momento todo
indica que las tres listas de progreso no solo competirán contra el tándem PP-Vox,
sino además entre ellas.
Detecto en los amigos
de FB que apoyan el liderazgo de Podemos una carga muy profunda de rechazo a
las críticas de los afines, y de descalificación de quien no piense como ellos.
Imponer una
solución determinada a aquellos de quienes se demanda colaboración, no me parece
la forma adecuada de emprender este reto descomunal. Todos ─y no solo los “hotros”─
hemos de ser conscientes del envite, y comportarnos a la altura de su dificultad.
El problema no está
en el espacio socialista, que es plural ─lo recalco─ pero vota unido, y tiene asegurado
un porcentaje de voto estimable, posiblemente al alza. En la otra parte, si no
hay modo de que UP y Más Madrid concurran juntos en una lista común, por lo
menos debería darse entre ellos una pacificación de agravios pasados, una
puesta en común de objetivos, y una voluntad común explícita de concurrir con
el PSOE en un proyecto ganador para Madrid, signado por la seguridad de una
lealtad recíproca.
El problema,
entonces, está en cuál es la disposición con la que concurre a los comicios la
izquierda de la izquierda: con qué planteamiento, con qué perspectiva, y con
qué ambición.
No es lo mismo
competir para ganar, que hacerlo para salvar los muebles. Esos son matices que
capta a la perfección un electorado potencial al que nos empeñamos en calificar
de “idiota” con una impaciencia y una agresividad que resultan
contraproducentes.
Si queremos que la “gente”,
la buena gente, nos siga, hemos de ofrecerle bastante más.
Ese es el reto
real.