Lillian y Dorothy Gish hacen la reverencia en la carátula de 'Orphans of the Storm’ (Las dos huérfanas), película muda de 1921.
No le den más vueltas, el procesismo templado es un
oxímoron, no existe ni puede existir en ninguna parte. El procesismo es en sí
mismo “rauxa”, arrebato, un sentimiento profundo y oscuro, un destino fatal. “El
corazón tiene razones que la razón no conoce”, tal como lo expresó don Blas
Pascal, tal vez antepasado lejano de nuestra Marta Pascal.
Estoy hablando de los clientes del procesismo, no de
sus promotores y de sus gestores, que merecen calificativos más duros. Ninguno
de ellos es un oxímoron, son simplemente los accionistas de una marca patentada
que andan moviendo por los mercados de futuro en busca de primaveras que piquen
el señuelo. Antes fue Grand Tibidabo, ahora es la República Catalana con conexión
automática #metooWaterloo incluida de serie.
Los clientes de buena fe del procesismo siguen
esperando la Parusía. Les gusta la idea de una República; a muchos les gustaría
que además fuera social, justa y benéfica. Desengáñense, no se la van a traer los
Reyes Magos, y los líderes del actual cotarro están jugando al chicken game, a ver si el hotro se tira
antes de la moto que el huno, mientras los dos van lanzados a todo gas hacia el
borde del precipicio.
En tan grande polvareda estamos perdiendo a Jéssica
Albiach, “orphan of the Storm” exactamente
un siglo después que Lillian y Dorothy, huérfana en la tempestad de la
investidura. Asens, Pisarello y Doménech, los profetas previos del
procesotempladismo fetén, andan ahora al parecer ocupados en otras cosas, y no
saben/no contestan cuando Jéssica les pide ayuda para explicar qué está fallando
en el plan infalible según el cual los Comuns serán el alma eficiente de un govern templadoprocesista social, junto a ERC y con
apoyo externo del PSC. Los cuales, por otra parte, se empecinan de forma reiterada en
negar la mayor, pero finalmente no tendrán otro remedio que claudicar, por la
fuerza misma de las cosas.
El martes veremos en la tele el siguiente capítulo
del serial. Eso si no accionamos el mando a distancia para seguir las
desventuras de Rociíto o las hazañas de la selección de fútbol estatal, en la
que el coach Luis Enrique se está
jugando las habichuelas en paralelo a los esfuerzos de Aragonès i Garcia por
llegar a su Ítaca particular.