domingo, 28 de marzo de 2021

MADRID DISFUNCIONAL

 


La nueva “movida” pandémica madrileña, después del toque de queda.

 

Leo en la Vanguardia la alarma que nos transmite Enric Juliana sobre las elecciones autonómicas madrileñas, y acto seguido me llega, en el mismo sentido, la entrega diaria del blog Metiendo Bulla, una de las fuentes preciosas de opinión que riegan el territorio más bien áspero de nuestra izquierda. Coincido en líneas generales con la opinión de Juliana y de Bulla, pero se me ocurre un añadido importante a lo que ellos dicen, sin embargo: esa embestida (“embestidura”, que escribía un amigo hará un par de días a propósito de Cataluña) perceptible de las derechas no obedece a un plan estratégico global (reconstituir un “centro-derecha” vincente, según el sueño húmedo de Casado), ni tiene visos inmediatos de hegemonizar el panorama político: la moción de censura en la autonomía murciana, por ejemplo, se sofocó en los minutos del descuento tirando de talonario; pero en Murcia capital, la censura salió adelante.

Entonces, el mordiente de la actual ofensiva casadista no obedece a una maniobra de amplio respiro tendente a una recomposición de fuerzas, sino al aprieto creciente en que se encuentra la burbuja madrileña, faraónica, disfuncional y no sostenible, debido a la pérdida de la anterior complacencia de un gobierno central cómplice y colaborador necesario de sus desmanes.

Madrid ha vivido de la extracción de rentas generadas en el resto del país, desde su condición de centro financiero y administrativo privilegiado. La rebaja de impuestos, en particular a las sociedades mercantiles, la ha situado como un remedo de paraíso fiscal, condición magnificada por la insistencia en una arquitectura radial (disfuncional) de la red de comunicaciones ferroviarias y por carretera, que obliga a pasar por el centro de la meseta incluso al corredor mediterráneo. Ambas circunstancias, nada casuales, han generado unas plusvalías continuadas a una autonomía/capital que ha vivido un crecimiento elefantiásico en lo humano y en lo económico, a partir de una visión administrativista del Estado de las autonomías. Ha habido una confusión continuada entre Madrid y España, entre “marca España” y “marca Madrid modelo de éxito”.

El modelo “marca Madrid” no es generalizable, porque exige el respaldo de la capitalidad y del banco central, y ningún otro territorio español continental, insular o africano, lo tiene. No es sostenible, porque implica la puesta en marcha de una aspiradora de recursos periféricos que empobrece el entorno en la misma medida en que enriquece el cogollo, el gratin de la crema cocida al horno financiero. Una reconsideración del modelo de crecimiento en España deberá tener en cuenta estos parámetros y diseñar las correcciones oportunas para que Madrid no sea tan rico, ni la España periférica tan dependiente.

Y ahí están las claves de la nueva “movida” madrileña, de su insumisión a un gobierno central visto como “socialcomunista” y abiertamente confiscatorio. La reclamación genérica de “libertad” se concreta en el ánimo belicoso, por parte de una sociedad muy funcionarizada, de mantener íntegros y bien consolidados los privilegios arrancados y los intereses creados.

Esa “libertad” reclamada podría ganar las próximas elecciones en Madrid, y en cambio perderlas la idea de la solidaridad. Sería un revés para las políticas de progreso y de participación que se están poniendo en marcha desde el gobierno central, pero no sería en ningún caso un órdago de las derechas, una toma del poder por asalto. La situación diferencial de Madrid es peculiar y no exportable. A lo que entiendo, la oposición de las derechas va a tener ahí su fortaleza principal durante bastante tiempo aún.

Sería importante que candidatos como Gabilondo y Errejón tuvieran conciencia de la contradicción principal, no tanto para pescar en caladeros de votos que ahora se desdeñan, sino para plantear una alternativa más consistente al “modelo”. Sin embargo, hasta donde puedo verlo, los dos están situados más dentro de la burbuja que fuera de ella, con más énfasis en los problemas de la corrupción, la polución, la pobreza energética o la necesidad de una sanidad pública (problemas todos ellos gravísimos, en efecto) que en la defensa de una alternativa global, que implique un cambio económico y social de sustancia, en el que Madrid deje de ser esa locomotora financiera del país que reclama continuamente “más madera” desnudando de ella los vagones, como en aquella película de los Hermanos Marx.