miércoles, 31 de marzo de 2021

LA IMPORTANCIA DE LOS AUDIOVISUALES

 


Instalaciones de Tivitré en Sant Joan Despí, oscuro objeto del deseo de dos socios conjurados y mal avenidos.

 

No pudo ser. Finalmente, el Sumo Pontífice de Waterloo negó el placet al joven catecúmeno que ejercía de postulante. El trámite engorroso de la investidura del nuevo govern queda aplazado hasta el 29 de mayo si hubiere mientras tanto fumata blanca, y en caso contrario hasta que los augures concernidos designen una nueva fecha para que la plebe se pronuncie.

La túnica sagrada ha sufrido un nuevo desgarrón. Irremediable, añado, ya que, por definición o por convención, se trata de una túnica sin costura.

Era un caso bastante claro de la fórmula antiquísima: «Al Carles lo que es del Carles, y a Oriol lo que es de Oriol». Y sin embargo, ha habido tironeos arrebatados que han acabado por joder la marrana, que como ha explicado López Bulla en otra parte, no es ninguna cochina, con perdón.

La punta del desacuerdo ha sido la CCMA, es decir y hablando en cristiano viejo, la Corporación Catalana de Mierdas Audiovisuales. En opinión de Esquerra, se trata de una parafernalia aneja al govern, y en consecuencia le corresponde por derecho consuetudinario. Para la Curia legitimista, en cambio, se trata de un pilar infaltable en la arquitectura de lo que llamaríamos derecho procesal, en el sentido de que rige desde las alturas el orden y la proporción de los numerosos meandros del procès.

Resulta que hay distintas concepciones entre los profetas sobre cuál ha de ser el curso tortuoso del procès y su resultado final. Tales concepciones son incompatibles entre ellas, por más que los fieles cierren los ojos a esa realidad y se planteen que todos deben ir a una por el precipicio abajo, y cuando lleguen al fondo ya habrá tiempo de pelearse entre ellos.

Alguien pensará por lo demás, de buena fe, que las Mierdas Audiovisuales no se merecen tanta brega entre hermanos conjurados. Error. Miren hacia fuera y verán la monomanía de Boris Johnson con desmontar la BBC y sustituirla por un aparato de propaganda privado, subrayo la palabra. Donald Trump, en un contexto audiovisual distinto, utilizó como ariete la Fox News, cuando las demás grandes cadenas, incluida la CNN, se negaron a someterse al mando incondicional del baranda. Algo similar a lo que había ocurrido hace ya algunos decenios en Italia, entre la Tivicinque de Berlusconi y la RAI.

Lo que subyace entonces, en el contencioso entre el Papa de Waterloo y la Curia de Pineda de Mar (no confundir con la inmarcesible y heroica Pineda de Marx, que es enteramente otra cosa), es la “privatización” de Tivitré, es decir su transformación definitiva, del medio público que sobre el papel sigue siendo (de aquel estrato geológico solo subsisten en la actualidad algunos leves indicios), en medio privado al servicio de una opción muy determinada de viaje a Ítaca.

El joven Aragonés creía haber cedido lo bastante al conceder la presidencia del Parlament a la quinta columna; pero no ha sido suficiente. No es un caso para Waterloo de “o esto o lo otro”, sino de “esto y lo otro”. El aparato de propaganda, como ya intuyó Goebbels en un entorno parecido de asalto al poder, es absolutamente esencial para el éxito de los golpistas. Es lo único capaz de dar visos de realidad a una ensoñación.

Tampoco fue Goebbels el inventor original del recurso a la manipulación de la realidad, sino aquel loco de Sevilla del que nos habla Cervantes en el prólogo a la segunda parte de su Don Quijote. Recuerden su pregunta a quienes le veían soplar con esfuerzo por un cañuto acoplado en la parte posterior de un perro callejero, hasta dejarlo inflado como una pelota: «¿Pensará vuestra merced ahora que es poco trabajo hinchar un perro?»