‘El corro infantil’, pintura de
Hans Thoma.
Pinto, pinto, gorgorito
Dónde vas tú tan bonito
A la acera verdadera
Pim, pam, pum, fuera.
(CANCIÓN INFANTIL)
La acera verdadera
solo existe en los juegos del corro, solo la cantan voces infantiles. Siempre
es tentador dejarse decir que la Historia nos absolverá, que ella nos dará la
razón, que nuestra forma de pensar es coherente con la marcha triunfal de la Historia
universal hacia el progreso de la humanidad. Son grandes palabras, bastante
gratuitas. La Historia (con mayúscula), sencillamente, nunca hace eso; va a su
bola.
Desde esta
perspectiva, y justamente por esta razón, pienso junto a otros muchos que la
única forma sensata de tratar adecuadamente a la Historia es situarse contra
corriente. No exactamente ser antisistema, pero sí escéptico en relación con
los grandes sistemas. Y en los momentos trascendentes en que la Historia
pretende dar lecciones de un valor universal, dedicarnos a hacer novillos.
Eso no quiere decir que esté en contra de la Historia como ciencia, aclaro; pero sí lo estoy de la Historia
como Absoluto, como Fin Último que justifica todos los Medios.
Ha dicho Isabel
Díaz Ayuso que si te llaman fascista, eso quiere decir que estás en el lado bueno
de la Historia. Es una insensatez, por supuesto, pero también lo es la
suposición simétrica contraria: que estás en el lado bueno si te llaman
comunista.
Porque no hay lado
bueno. Dejemos a la Historia en paz y dediquémonos con menos prosopopeya a
procurar que la casa común esté más limpia, mejor ventilada, y pintada en
colores más alegres. Que los que vienen detrás de nosotros no se vean obligados
a vivir en la pocilga que les hemos dejado en herencia.
Esa es en sustancia
toda la historia (con minúscula).