Pintura de William Whitaker. No suelen hacerse
retratos de personas de espaldas, la pose y el atuendo indican que hay algo más
en la intención del artista.
Mon prince, on a les dames du temps jadis qu’on peut…
Georges BRASSENS, ‘Les amours d’antan’
Voy a meterme en un jardín. El
punto de partida es un post colgado ayer por una amiga en facebook. Dice así:
«Si un hombre te dice sexi, está viendo tu cuerpo… Si te dice guapa, tu cara…
Si te dice hermosa, tu corazón… (Aun así, los tres te quieren follar.)»
Pues sí, hay hombres que amamos
a las mujeres, y se sobreentiende que amar a las mujeres es exactamente eso. No
es una voluntad de posesión, aclaro, sino un deseo de comunión. No hagan caso
de la significación religiosa de la palabra “comunión” como sacramento; las
religiones son como todo, toman su vocabulario de donde pueden.
Vean esta otra expresión
religiosa tomada a saber de dónde, de qué fondo de materiales oscuros con los
que se fabrican los sueños: «Y el verbo se hizo carne, y habitó en nosotros.»
El verbo, el espíritu, se hace carne en nosotros. ¿No es de eso de lo que
estamos hablando?
Stendahl propuso que la belleza
es una promesa de felicidad. Suena bien: suena sexi, suena guapa, suena hermosa,
pero los tres caminos conducen a la misma Roma, que es la cama.
La cópula como ideal último, como
posibilidad, como tensión, como nostalgia, como materia prima de los sueños. En
la otra dirección, de una mujer a un hombre, ocurre lo mismo, aunque casi
siempre de un modo más recatado, insinuado apenas, sobreentendido.
Son los hombres que no aman a
las mujeres, los depredadores, los que son peligrosos, los que desestabilizan
el equilibrio e introducen dominación y desigualdad donde no la había. Ellos
son la vergüenza de nuestro género. San Agustín dijo: «Ama y haz lo que quieras»,
y aunque la frase se puede interpretar (se ha interpretado, de hecho) en mil sentidos
diferentes, también significa que amar no hace daño a nadie, y menos que a
nadie a la/las persona/as amada/as.
Ahora que se acerca la fecha
del 8 de Marzo, ocasión ideal para que mujeres, y hombres también, nos
manifestemos juntas/os en las formas adecuadas según criterio de la autoridad sanitaria
competente, convendría no olvidar la inclusión del derecho a amar, entre todos
los demás que reivindicamos en este día.
Amar pasando incluso por la
cama, qué caramba. Para eso tenemos cuerpo, además de cara, además de corazón.
Quizás se entienda mejor a qué
me refiero si lo explica un poeta mayúsculo. He empezado citando a Brassens,
que no es mal principio. Lean ahora cómo se expresa Joan Margarit (en Estació de França): “el amor es un arma
cargada de soledad y de melancolía que te está apuntando desde mis ojos, muchacha del
semáforo.”
LA
NOIA DEL SEMÀFOR
Tens
la mateixa edat que jo tenia
quan començava a somiar a trobar-te.
Encara no sabia, igual que tu
no ho has après encara, que algun dia
l’amor és aquesta arma carregada
de soledat i de melancolia
que ara t’està apuntant des dels meus ulls.
Ets la noia que vaig estar buscant
tant de temps quan encara no existies.
I jo sóc aquell home cap al qual
voldràs un dia dirigir els teus passos.
Però llavors seré tan lluny de tu
com ara tu de mi en aquest semàfor.